Con Nueva York a mis pies
El viaje en avión es increíble. Increíblemente
rápido. Tardamos dos horas en llegar a la ciudad que nunca duerme, Nueva York.
Creo que el nombre le viene como anillo al dedo porque sus luces nunca se
apagan. Tengo que decir que mis padres se han comportado como unos completos
estirados durante todo el viaje. Tratando de ser algo que no son. Pero se los
perdono porque son mis padres y porque me interesa este viaje más que cualquier
otra cosa que pudieran darme de regalo. Porque por si no lo sabéis mi
cumpleaños se acerca. Estoy deseando ver que me regalan, porque a ver, seamos
sinceros, lo que más nos gusta de cumplir años son los regalos. Así que dejemos
de fingir en ese momento en el que te lo
entregan y te preguntas: ¿debo poner cara de no tenías porque hacerlo? Yo sería
incapaz de hacerlo, no porque no quiera sino porque mi cara y mis ojos con las
pupilas dilatadas me delatan. Maldito mis preciosos ojos que no saben mentir.
Mejor dejo el tema de las mentiras porque todos sabemos en qué va a derivar y
ese tema ahora es tabú.
Era nuestro segundo día en la gran ciudad y
estaba muerte de cansancio. Habíamos ido a cenar a un restaurante muy bonito
cerca de la Gran Manzana y ahora volvíamos al hotel.
—Chicos, mamá y yo os dejamos salir esta noche
por vuestra cuenta, ya que os habéis portado tan bien.
Aquella había sido una noticia que no
esperábamos. Evan me miro entre asombrado y divertido y yo le devolví la mirada
advirtiéndole que la que mandaba aquella noche era yo.
Así fue como conocí a Richard. En uno de los
clubs más conocidos de Nueva York. Vivía en la el Upper East Side, en un hotel
de lujo que pertenecía a su familia. Fue como pedir una joya y encontrar un
diamante en bruto, perfectamente pulido, que lo tenía todo. No tenía ni idea de
donde vivía yo, él lo llamaba ''un sitio
de por ahí arriba''. Habíamos hecho una gran amistad de estas que terminan
siempre en algo más. Así que esperé el mejor momento para decirle que el año
que viene vendría a vivir a Nueva York, entonces me miró con interés, un
interés demasiado peligroso. Me ofreció una habitación para mi sola de lujo en
su hotel para que viviera y me quede sin palabras. Aquel chico estaba loco,
apenas me conocía y ya me estaba ofreciendo el mundo en bandeja de oro.
Tenía que contárselo a Rach y no podía esperar
así que aquella misma noche realicé mi primera llamada desde Nueva York.
—¿Rachel?
Mi voz sonó demasiado emocionada.
—Rachel no está en este momento, si me dice quién
es le puedo decir que la llame más tarde.
Aquella voz yo la conocía, era la de Matt.
—perdone ¿desde dónde llama? no conozco su
número.
No me había reconocido así que colgué antes de
que fuera demasiado tarde. Y me fui a la cama con la voz de Matt metida en la
cabeza y el número de Richard en el bolsillo.
Así me desperté a la mañana siguiente con la
cabeza como un bombo y unas ojeras con las que no podía. Me había pasado toda
la noche dando vueltas en la cama con Matt
metido en la cabeza. Me dolía y mucho como había terminado todo, pero
bueno ya nada tenía arreglo...
Ese día preferí quedarme en el hotel. Mis padres
y mi hermano querían ir a pasear pero yo no estaba de ánimos y preferí quedarme
en la cama. Pero al final mi móvil sonó y no sé como peor me dejé convencer por
Richard para ir a un sitio que me quería enseñar. Sólo que resultó que el
famoso sitio estaba a una hora de vuelo en su Jet privado y yo me quedé de
piedra porque apenas me había arreglado. Me llevó al mejor restaurante de Los
Angeles y yo no sabía dónde meter la cabeza cuando entré y todo el mundo se me
quedó mirando.
Lo agarré de la manga de la camisa antes de
cruzar el gran umbral que daba a la sala que había reservado especialmente para
nosotros dos y él se giró mirándome a través de aquellos preciosos ojos azules.
—¿Qué pasa?
—No estoy segura de que sea una buena
idea—Murmuré incómoda—mira cómo voy... no estoy vestida para la ocasión...
Entonces fue cuando reparó en mi vestimenta y me
repasó de arriba a abajo con la mirada para al final sonreír.
—Yo creo que estás perfecta—Y añadió— y
encantadora
Me mordí el labio, casi conseguía que me
sonrojara. Me extendió su mano y la acepté, sentándonos en el centro de aquel
gran salón.
En seguida vino un camarero a atendernos y nos
trajo el menú. Lo repasé todo muy rápido fijándome sobre todo en los precios
que eran de infarto. Levanté la viste fijándome en Richard detenidamente. Sus
ojos se movían de un lado a otro concentrados. Tenía unas pestañas largas y la
piel de un moreno natural típico de alguien que vive en la costa. Su pelo era
de un rubio cenizo despeinado y su boca... bueno, su boca parecía un melocotón
aún sin abrir. Suspiré y cuando levanté la vista me di cuenta de que él me
estaba mirando y enseguida me sonrojé.
--Dime, ¿ya elegiste que vas a pedir?
Lo miré curiosa
y se acercó señalándome con el dedo.
-Esto, te lo recomiendo. Aquí hacen las carnes
rojas más jugosas que vas a poder probar en toda tu vida.
Sigo el trazo de su mano y me perdí un instante
recordando la noche con Matt, la mejor noche de mi vida. Creo que si se puede
decir, diría que hasta me sentí flotar en el aire, pero solo lo diría si eso
fuese posible. Mordí mi labio y maldije por lo bajo. Me había prohibido pensar
en Matt o en todo aquello que me pudiese hacer sentir algo por él de nuevo...
Cuando levanté la vista Richard me miraba
confuso.
-¿Decías algo?
-Estabas como ida, pero bueno nada, que debería probar
el vino, lo elegí yo personalmente.- Y de nuevo volvió a sonreír, una de esas
sonrisas que en un tío te suele encantar porque te da confianza y hasta te hace
sentir que todavía vale la pena intentarlo. Sentir amor, digo.
-Cuéntame algo de ti.
Quizás no fue la pregunta que esperaba de su
parte. Me tomó por sorpresa. Bebí un sorbo y me escoció la garganta.
-De mi- Repetí como un loro.
-Sí, ya sabes, lo típico, ¿cuántos novios has
tenido?, tus amigas, hermanos, me decías que tenías uno ¿no?
Lo mejor sería empezar por mi hermano, era lo más
sano y conforme fuese pasando la noche hablaría de lo demás, omitiendo a Matt
por supuesto.
-Mi hermano se llama Evan, es ... no sé como describírtelo
exactamente sin hacerlo quedar mal...
-¿Tan malo es? Soy hijo único así que no sé qué
es eso de compartir con otra persona.
-Bueno, básicamente es un adolescente con
hormonas revolucionadas, algo rebelde que últimamente ha decidido que
protegerme va a ser su nueva misión durante los próximos meses.
-¿Debo tener miedo de eso?
Me acerco la copa a los labios y respondo
simulando seriedad:
-Deberías.
Richard se ríe y me contagio de su alegría. La
noche fluye así, entre risas, yo le cuento aquello por lo que siente tanta
curiosidad de mi vida y él hace comentarios graciosos. Pero... en ningún
momento me deja preguntar cosas sobre él, la intriga me puede, ese secreto que
tanto protege siento la necesidad de conocerlo, así que cuando me deja en la
puerta del hotel no dudo en subir y coger el portátil y buscar quien es
realmente. Internet es maravilloso, me puede ofrecer múltiples páginas de
información en tan solo un microsegundo. Nada. No hay nada interesante, ninguna
información a parte de la que ya conozco. Así que dejo de lado mi búsqueda y
entro a mi correo, mi facebook, a todas mis redes sociales para ser más
concretos. Tengo un montón de mensajes. De Rach, de gente de clase,
publicidad... No hay nada de Matt. Y me sorprendo a mi misma esperando algo de
su parte. Pero bueno que estúpida soy... Claro que no me va a escribir. Idiota,
Idiota, Idiota. Lo repito a ver si así se me graba de una vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario