miércoles, 20 de marzo de 2013

Juliette 1: Chicas de plástico


Llueve.

Es lunes y para empeorar más el día llueve.

Todavía no me he movido de la cama pero aún así lo sé. Estoy tan segura de ello como que ahora mismo mi móvil tiene trece llamadas y quince mensajes de mis amigas. Y no exagero cuando lo cuento porque sé que es el mismo móvil que ha sonado más de diez veces en toda una noche. El mismo que ahora es culpable de mi mal humor matutino.
Hoy he vuelto a soñar. No recuerdo nada pero no era un sueño alegre, mi intuición me lo dice. Hoy empieza un nuevo curso lo que significaba volver a empezar. Caras nuevas, nuevos cotilleos  y lo mejor de todo, la fiesta Sweet de presentación para los que quieran entran en el círculo de niños pijos y ricos del Paris Privé.

Eso significaba dos cosas:
1.      Ir de compras a por una nueva colección de diseño única y exquisita.
2.      Y un rebaño de inocentes ovejas asustadas que van directas al matadero.

La Party Sweet no era más que un modo de diversión, no tan inocente como la gente pensaba, fundado hace años por las primeras Queen and King. Las legendarias reinas abejas de la asociación para y por los niños pijos del Privé, al que yo pertenecía y  en el cual sería nombrada este año segunda Queen, es decir, la ayudante de la primera Queen que este año por sucesión le tocaba a Angelique, la chica dorada de Privé y una de mis mejores amigas. Todo lo que Angelique decía iba a misa y tendría que ser cumplido por todos para satisfacción de la primera Queen.

Lo sé, eso suena tan artificial como el nuevo implante de tetas que se hizo Jules alias ‘’La New Superwoman’’, pero la vida en el Privé es así de sintética y postiza.

Yo no soy como ellas. Bueno, sí, soy una rica heredera que cuando cumpla los dieciocho heredara la fortuna que lleva años y es posible que hasta siglos rondando en la familia Wheelock pero aunque vista de Vuitton y viva en el distrito 49 exclusivo para gente con dinero que quiera cotizarse con otros de su misma calaña, aún así, yo no me siento parte de este aquí. Mi mente sueña con una vida normal, ya sabéis, lo típico. Vivir en un distrito de clase mediana, ser criada entre amor y cariño no entre muñecas y viajes en primera clase a New York, pasar las Navidades en casa con la familia reunida sin que se explayen a mitad de la cena peleando por una mísera parte de la fortuna y propiedades que dejo  el difunto abuelo Byron. Que yo no tuve la suerte de conocer, ni yo ni los demás de mi generación.

Suspiré retirando el nuevo edredón de plumas que me había enviado la boutique donde la organizadora de mi madre compraba los adornos de la casa, como regalo junto a una carta diciendo que era ‘’su clienta favorita’’.

—Señorita Juliette—Pregunta Anette al otro lado de la puerta.

—Pasa Anne, estoy despierta—Le digo esperando a que entre.

Tampoco me hace falta abrir los ojos para saber que lleva ese horroroso disfraz de empleada que les hace llevar mamá y que como siempre lleva una adorable sonrisa que le enmarca el rostro y que siempre me contagia su felicidad.

—Hace un maravilloso día señorita—Dice mientras deja la bandeja con mi desayuno en la mesa del centro de la habitación y murmulla una canción del Glee Cast.

— ¡Ja! ¿Maravilloso para quién Anne?—Le pregunto entre risas.

—Debe ser positiva señorita—Me riñe.

— ¡Oh por dios! hazme un favor y recuérdame que de camino a Privé cuando pase por Pont Neuf tire esa tortura de móvil—Le digo con ironía mientras me levanto estirando mis brazos hacia el techo y ronroneando como un felino o en mi caso una felina.

— ¿Otra vez a pasado una mala noche?—Me pregunta extendiendo las cortinas a ambos lados dejándome disfrutar de las vistas que me ofrece el día. Un París lluvioso.

—Sí, parece ser que la fiesta de anoche fue un puntazo porque Effie se ha pasado toda la puñetera madrugada llamando y mandando mensajitos con el título TOP SECRET o S.O.S—Suelto un suspiro largo poniendo mis ojos en blanco y mi estomago ruge al ver el desayuno que me espera.

Me paso la lengua por los labios y me lanzo a devorar todo cuanto esté a mi alcance.
Anne se ríe de mi comentario por lo bajo pero no dice nada. Solo me observa mientras devoro y me mira con una sonrisa en los labios.

—Hoy es el gran día señorita—Me dice con un brillo especial en los ojos.

Ese brillo especial que me gustaría que tuviera mi madre pero que por causas del destino no es así. Anne es como una madre para mí, bueno la verdad es que ya tengo una pero lo que digo es que para mi Anne es como esa madre que nunca tuve. Cariñosa, amable y lo más importante esta siempre en los momentos importantes. Cuando se me calló mi primer diente. Mi primer día de colegio cuando lloraba desconsolada junto a otra panda de niños porque no querían ir. Mi primera actuación de teatro cuando mi madre no pudo ir porque tenía un viaje de negocios en Venecia. Aquel baile de instituto junto a Patrick Clark. Cuando tenía que elegir mis vestidos. Allí estaba ella. Mi fiel confidente y también mi amiga.

En todos y cada uno de mis recuerdos aparece ella como esa madre que nunca he tenido. 

—No te creas he pasado por esto una y otra vez. Ya no es tan especial—Le digo dándole poca importancia al asunto y tomando un sorbo de mi café descafeinado con vainilla, mucha espuma y un toque de canela.

—No diga eso señorita—Dice y me aprieta el hombro mostrando su apoyo incondicional.
—Bueno Anette me voy a vestir que se me hace tarde—Murmuro prestándole algo de atención al reloj que cuelga de la pared.

—Tiene su uniforme preparado señorita—Me dice mientras recoge la bandeja y desaparece por la puerta principal dejándome sola con mi soledad y mis dilemas de adolescente incomprendida.

El uniforme es algo reglamentar y obligatorio en el Privé. Si no lo llevas eso puede causar un gran problema sino preguntárselo a True Davies que una vez intento ponerse algo que iba en contra de las ‘’normas’’ y no me refiero solo a las normas del Privé, básicamente lo que llevaba era anti moda y paso un mes ayudando a unos pobres niños del Orfelinato de Sant Price.

Una falda rojo vino plisada, camisa blanca abotonada y una chaqueta rojo vino y un lazo rojo al cuello. Eso era lo básico del uniforme de Privé. Al consejo no le importaba como llevaras o que llevaras con el uniforme mientras te lo pusieras. Así que nosotros adolescentes rebeldes hacíamos de las nuestras con él añadiéndole cuento complemente se cruzara por nuestro camino y pasara la prueba de STYLE.

STYLE era la palabra que le designábamos a la prueba, de por decirlo de un modo coloquial son las cosas pasables o no pasables. Una cosa que tenéis que tener claro, es que nosotros somos ricos herederos y no podemos ir por ahí con modelitos extraños así que existe una norma dictada por la Queen and King que dice que todos los pertenecientes al Privé deben ir acompañados de alguna amiga o amigo con buenos gustos cuando decidan ir de compras para evitar disgustos a las vistas de los demás. Y quien no cumpla esta norma y aparezca vestida con ropa de ‘’mercadillo’’ será destituido y marginado socialmente del Privé.

Lo sé es la norma más estúpida y anti natural del universo entero. Pero cuidado chicos porque es verdad sino preguntárselo a True Davies, ella os puede contar que su vida se fue al garete por usar un modelito de mercadillo y intentar se normal.

Lo que me recuerda que todavía no he elegido mi vestido para la Party Sweet. Pero mejor volvamos a donde nos quedamos.

Cuando bajo las escaleras de mi piso en a dos cuadras del centro de París la limusina me espera abajo y junto a ella mi chófer un señor de unos cuarenta y cinco años con unas cuantas arrugas demás y sus canas pero con un corazón de oro, Peter.

—Buenos días Peter—Le saludo y hace un movimiento de cabeza devolviéndome el saludo.
—Señorita—Y me abre la puerta para que suba.

Antes de subir y perderme entre las calles de la inmensa París me giro y veo a una ajetreada Anne que baja las escaleras corriendo con algo en la mano.

—Señorita—Me dice con la respiración entrecortada y tratando de recobrar el aliento.
—Respira Anette—Le digo agarrándola por el brazo.

—Se ha olvidado su teléfono señorita—Repite pero esta vez más calmada.

— ¡Oh! Anette siempre tan oportuna—Digo bufando mientras pongo mis ojos en blanco por su reacción.

—Pero…—Intenta decir pero no le doy tiempo, agarro el móvil de sus manos le estrello un sonoro beso en la mejilla marcándole mi rojo pintalabios y con una sonrisa traviesa en los labios me sumerjo en la limusina.

Venez Peter—Le digo con mi perfecto acento francés a Peter que me mira por el retrovisor sonriente mientras niega con la cabeza.

Puede que llueva pero mi día no podía empezar mejor.






3 comentarios:

  1. Hola!!!
    he encontrado tu blog por casualidad y me ha gustado mucho!
    es muy interesante, así que te voy a seguir si te parece.
    no te importa no?
    pasate por mi blog si quieres =)
    http://eri-san-ysusmangas.blogspot.com.es/

    unsaludito!

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  2. En el prologo ponía que te dijéramos si nos gustaba.

    Me encanta, no se, creo que va a estar muy bien, sigue subiendo.

    Besos¡

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    1. jajaja muchas gracias me alegro que te guste, subiré el siguiente ya mismooo!
      besoooos viajeros!

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