Llueve.
Es lunes y para
empeorar más el día llueve.
Todavía no me he
movido de la cama pero aún así lo sé. Estoy tan segura de ello como que ahora
mismo mi móvil tiene trece llamadas y quince mensajes de mis amigas. Y no
exagero cuando lo cuento porque sé que es el mismo móvil que ha sonado más de
diez veces en toda una noche. El mismo que ahora es culpable de mi mal humor
matutino.
Hoy he vuelto a
soñar. No recuerdo nada pero no era un sueño alegre, mi intuición me lo dice.
Hoy empieza un nuevo curso lo que significaba volver a empezar. Caras nuevas,
nuevos cotilleos y lo mejor de todo, la
fiesta Sweet de presentación para los
que quieran entran en el círculo de niños pijos y ricos del Paris Privé.
Eso significaba dos
cosas:
1.
Ir de compras a por
una nueva colección de diseño única y exquisita.
2.
Y un rebaño de
inocentes ovejas asustadas que van directas al matadero.
La Party Sweet no
era más que un modo de diversión, no tan inocente como la gente pensaba, fundado
hace años por las primeras Queen and King.
Las legendarias reinas abejas de la asociación para y por los niños pijos del
Privé, al que yo pertenecía y en el cual
sería nombrada este año segunda Queen, es decir, la ayudante de la primera
Queen que este año por sucesión le tocaba a Angelique, la chica dorada de Privé
y una de mis mejores amigas. Todo lo que Angelique decía iba a misa y tendría
que ser cumplido por todos para satisfacción de la primera Queen.
Lo sé, eso suena
tan artificial como el nuevo implante de tetas que se hizo Jules alias ‘’La New
Superwoman’’, pero la vida en el Privé es así de sintética y postiza.
Yo no soy como
ellas. Bueno, sí, soy una rica heredera que cuando cumpla los dieciocho
heredara la fortuna que lleva años y es posible que hasta siglos rondando en la
familia Wheelock pero aunque vista de Vuitton y viva en el
distrito 49 exclusivo para gente con dinero que quiera cotizarse con otros de
su misma calaña, aún así, yo no me siento parte de este aquí. Mi mente sueña
con una vida normal, ya sabéis, lo típico. Vivir en un distrito de clase
mediana, ser criada entre amor y cariño no entre muñecas y viajes en primera
clase a New York, pasar las Navidades en casa con la familia reunida sin que se
explayen a mitad de la cena peleando por una mísera parte de la fortuna y
propiedades que dejo el difunto abuelo
Byron. Que yo no tuve la suerte de conocer, ni yo ni los demás de mi
generación.
Suspiré retirando
el nuevo edredón de plumas que me había enviado la boutique donde la
organizadora de mi madre compraba los adornos de la casa, como regalo junto a
una carta diciendo que era ‘’su clienta favorita’’.
—Señorita
Juliette—Pregunta Anette al otro lado de la puerta.
—Pasa Anne, estoy
despierta—Le digo esperando a que entre.
Tampoco me hace
falta abrir los ojos para saber que lleva ese horroroso disfraz de empleada que
les hace llevar mamá y que como siempre lleva una adorable sonrisa que le enmarca
el rostro y que siempre me contagia su felicidad.
—Hace un
maravilloso día señorita—Dice mientras deja la bandeja con mi desayuno en la
mesa del centro de la habitación y murmulla una canción del Glee Cast.
— ¡Ja! ¿Maravilloso
para quién Anne?—Le pregunto entre risas.
—Debe ser positiva
señorita—Me riñe.
— ¡Oh por dios!
hazme un favor y recuérdame que de camino a Privé cuando pase por Pont Neuf tire esa tortura de
móvil—Le digo con ironía mientras me levanto estirando mis brazos hacia el
techo y ronroneando como un felino o en mi caso una felina.
— ¿Otra vez a
pasado una mala noche?—Me pregunta extendiendo las cortinas a ambos lados
dejándome disfrutar de las vistas que me ofrece el día. Un París lluvioso.
—Sí, parece ser que
la fiesta de anoche fue un puntazo porque Effie se ha pasado toda la puñetera
madrugada llamando y mandando mensajitos con el título TOP SECRET o S.O.S—Suelto
un suspiro largo poniendo mis ojos en blanco y mi estomago ruge al ver el
desayuno que me espera.
Me paso la lengua
por los labios y me lanzo a devorar todo cuanto esté a mi alcance.
Anne se ríe de mi
comentario por lo bajo pero no dice nada. Solo me observa mientras devoro y me
mira con una sonrisa en los labios.
—Hoy es el gran día
señorita—Me dice con un brillo especial en los ojos.
Ese brillo especial
que me gustaría que tuviera mi madre pero que por causas del destino no es así.
Anne es como una madre para mí, bueno la verdad es que ya tengo una pero lo que
digo es que para mi Anne es como esa madre que nunca tuve. Cariñosa, amable y
lo más importante esta siempre en los momentos importantes. Cuando se me calló
mi primer diente. Mi primer día de colegio cuando lloraba desconsolada junto a
otra panda de niños porque no querían ir. Mi primera actuación de teatro cuando
mi madre no pudo ir porque tenía un viaje de negocios en Venecia. Aquel baile
de instituto junto a Patrick Clark. Cuando tenía que elegir mis vestidos. Allí
estaba ella. Mi fiel confidente y también mi amiga.
En todos y cada uno
de mis recuerdos aparece ella como esa madre que nunca he tenido.
—No te creas he
pasado por esto una y otra vez. Ya no es tan especial—Le digo dándole poca
importancia al asunto y tomando un sorbo de mi café descafeinado con vainilla,
mucha espuma y un toque de canela.
—No diga eso
señorita—Dice y me aprieta el hombro mostrando su apoyo incondicional.
—Bueno Anette me
voy a vestir que se me hace tarde—Murmuro prestándole algo de atención al reloj
que cuelga de la pared.
—Tiene su uniforme
preparado señorita—Me dice mientras recoge la bandeja y desaparece por la
puerta principal dejándome sola con mi soledad y mis dilemas de adolescente
incomprendida.
El uniforme es algo
reglamentar y obligatorio en el Privé. Si no lo llevas eso puede causar un gran
problema sino preguntárselo a True Davies que una vez intento ponerse algo que
iba en contra de las ‘’normas’’ y no me refiero solo a las normas del Privé,
básicamente lo que llevaba era anti moda y paso un mes ayudando a unos pobres
niños del Orfelinato de Sant Price.
Una falda rojo vino
plisada, camisa blanca abotonada y una chaqueta rojo vino y un lazo rojo al
cuello. Eso era lo básico del uniforme de Privé. Al consejo no le importaba
como llevaras o que llevaras con el uniforme mientras te lo pusieras. Así que
nosotros adolescentes rebeldes hacíamos de las nuestras con él añadiéndole
cuento complemente se cruzara por nuestro camino y pasara la prueba de STYLE.
STYLE era la palabra
que le designábamos a la prueba, de por decirlo de un modo coloquial son las
cosas pasables o no pasables. Una cosa que tenéis que tener claro, es que
nosotros somos ricos herederos y no podemos ir por ahí con modelitos extraños
así que existe una norma dictada por la Queen and King que dice que todos los
pertenecientes al Privé deben ir acompañados de alguna amiga o amigo con buenos
gustos cuando decidan ir de compras para evitar disgustos a las vistas de los
demás. Y quien no cumpla esta norma y aparezca vestida con ropa de
‘’mercadillo’’ será destituido y marginado socialmente del Privé.
Lo sé es la norma
más estúpida y anti natural del universo entero. Pero cuidado chicos porque es
verdad sino preguntárselo a True Davies, ella os puede contar que su vida se
fue al garete por usar un modelito de mercadillo y intentar se normal.
Lo que me recuerda
que todavía no he elegido mi vestido para la Party Sweet. Pero mejor volvamos a
donde nos quedamos.
Cuando bajo las
escaleras de mi piso en a dos cuadras del centro de París la limusina me espera
abajo y junto a ella mi chófer un señor de unos cuarenta y cinco años con unas
cuantas arrugas demás y sus canas pero con un corazón de oro, Peter.
—Buenos días
Peter—Le saludo y hace un movimiento de cabeza devolviéndome el saludo.
—Señorita—Y me abre
la puerta para que suba.
Antes de subir y
perderme entre las calles de la inmensa París me giro y veo a una ajetreada
Anne que baja las escaleras corriendo con algo en la mano.
—Señorita—Me dice
con la respiración entrecortada y tratando de recobrar el aliento.
—Respira Anette—Le digo
agarrándola por el brazo.
—Se ha olvidado su
teléfono señorita—Repite pero esta vez más calmada.
— ¡Oh! Anette
siempre tan oportuna—Digo bufando mientras pongo mis ojos en blanco por su
reacción.
—Pero…—Intenta
decir pero no le doy tiempo, agarro el móvil de sus manos le estrello un sonoro
beso en la mejilla marcándole mi rojo pintalabios y con una sonrisa traviesa en
los labios me sumerjo en la limusina.
—Venez Peter—Le digo con mi perfecto
acento francés a Peter que me mira por el retrovisor sonriente mientras niega
con la cabeza.
Puede que llueva
pero mi día no podía empezar mejor.
Hola!!!
ResponderEliminarhe encontrado tu blog por casualidad y me ha gustado mucho!
es muy interesante, así que te voy a seguir si te parece.
no te importa no?
pasate por mi blog si quieres =)
http://eri-san-ysusmangas.blogspot.com.es/
unsaludito!
En el prologo ponía que te dijéramos si nos gustaba.
ResponderEliminarMe encanta, no se, creo que va a estar muy bien, sigue subiendo.
Besos¡
jajaja muchas gracias me alegro que te guste, subiré el siguiente ya mismooo!
Eliminarbesoooos viajeros!