martes, 24 de junio de 2014

Caesar ES mi amor.

Caesar es mi amor, pero es un secreto, un secreto entre tú y yo. Conocí a Caesar una mañana de lluvia en una biblioteca, éramos compañeros de trabajo y nos conocimos por primera vez. Ese día tan siquiera le miré, no era la clase de hombre en el que yo me suelo fijar, hablaba torpe, evitaba mi mirada cuando hablaba y tenía una seria pero interesante obsesión por el mundo egipcio, era lo único de lo que no paraba de hablar. Yo lo escuché en silencio alegando que no sabía nada sobre el tema pero él parecía emocionado hablando sin parar y lo dejé, ¿quién era yo para decirle que no? Con este inicio tan aburrido quien podría imaginar el final, yo no. Caesar es mi amor pero le dejé marchar. Poco a poco descubrí que no podía evitar mirarlo sin parar, que no podía evitar que su sonrisa me hiciera vibrar. Puse mi todo en sus manos y me dejé llevar, con miedo, pero me dejé llevar, nadie sabe si el destino estaría a mi favor esta vez y le devolví la sonrisa, la mirada cómplice, el abrazo y los besos, muchos besos. Caesar es mi amor pero él no lo sabe y yo le entregué todo. El capricho y las ganas quisieron que compartiéramos más que un inocente roce y un beso apasionado a media noche. Y cuando todo acabó, Caesar me abandonó. Me dejó a la deriva, sola y sin él. Caesar me hizo daño, me hundió y no volvió. Y aun así ES y no ERA mi amor. Aún así sigo esperando su vuelta aquí porque Caesar es mi amor y mi amor lo es todo. 

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