Aquí os traigo un adelanto de otra de mis historias, espero que os guste y ya sabéis a comentar. Decidme si os gusta. ¿Os gustaría tener la vida de Primadonna?
CAPÍTULO
UNO
Un
año antes.
Los abucheos y los aplausos retumban en las paredes
del establecimiento donde se celebraba la Semana de alta costura de París. Era
todo lujo, seda y escotes de vértigo. ALEXANDRE VAUTHIER, ALEXIS
MABILLE, BOUCHRA JARRAR, CHRISTOPHE JOSSE, ELIE SAAB… sus nombres retumbaban
por toda la habitación junto al suave y poco detectable sonido de los tacones
de las modelos, que lucían con majestuosidad cada uno de los vestidos. Primadonna
soñaba con estar subida allí, pisar con sus bonitos tacones de diez centímetros
el frío mármol y caminar, caminar sin miedo, con la cabeza bien alta, luciendo
uno de esos vestidos de encaje. Pero ese era su sueño secreto, el que nadie más
que ella podía conocer. Mientras tanto permanecía atrás, donde a ella le correspondía,
con su traje negro, su pajarita y su placa de identificación donde ponía en
letra doce y en cursiva: Primadonna Young, PERSONAL DE SERVICIO.
Su larga coleta se mecía de un lado a otro con cada movimiento. Ella no era
modelo pero le gustaba soñar que lo era, soñar es gratis.
— ¿Desea
una copa de champagne Dom Perignon, señor?— Dice mientras mueve con delicadeza
la bandeja de plata sobre su mano derecha y sonríe como si fuera la persona más
feliz del mundo.
Sonreír,
asentir, caminar recta, mantener la bandeja a la altura del pecho con
elegancia, mantener la calma en todo momento, saber decir gracias y por favor.
Primadonna cada día hacía mejor su trabajo y la empresa de catering para la que
trabajaba estaba muy satisfecha con su trabajo hasta el momento, nunca les
había fallado. Cualquier evento en el que necesitasen personal cualificado,
allí estaba Primadonna con sus ojos brillosos y su alegría contagiosa. Había
llegado muy alto pero todavía no podía volar hasta donde ella realmente quería
estar: la pasarela, la alfombra roja, el mundo de la fama. Quería que todo el
mundo aclamase su nombre: ¡PRIMADONNA, PRIMADONNA!, la aclamase a ella una
chica de diez en todo, quería ver su rostro y su cuerpo luciendo la ropa de los
mejores diseñadores del mundo en los carteles publicitarios, la televisión, en
los spot publicitarios, en las bebidas refrescantes. Brillante, todo era oro y
plata.
Miraba
de un lado a otro para ver con quien podía establecer una amena conversación.
Había mucha gente famosa pero no podía hacer ningún acercamiento brusco que
pudiera poner su trabajo en juego. Ninguno de ellos les dirigía ni una sola
mirada y si lo hacían era algo rápido y cortante. Ni había gracias ni por
favor, en el mundo de la moda y la fama esas palabras estaban de más.
Primadonna
sabía elegir bien sus amistades, sabía diferenciar entre los perdedores y los
que brillaban con luz propia, por eso su círculo de amistades de confianza se
reducía a dos personas: Jasmine Clairy y Brianna Rowland, sus dos compañeras de
piso desde que había decidido dejar atrás su pequeña casa en Bronx para
comenzar la gran aventura en Noho, al norte de Houston, en el Downtown. Allí
tenía todo lo que necesitaba: un hogar, un precio asequible que no pasaba los
170 dólares por persona y lo más importante de todo ¡al fin había dejado atrás
Bronx!
Miraba
con recelo y emoción a cada rincón y se mordía el labio impaciente por su
acercamiento. ¿Había visto a Aston Kutcher o era su gemelo? ¡Oh dios mío! Era
Aston Kutcher en persona y estaba tan sexy con aquel traje de chaqueta de
Armani. Inspira, expira, inspira, expira. No lo hagas ahora Primadonna, no la
jodas tan pronto o de una patada te echarán a la calle. Se muerde el labio y
suelta un suspiro de resignación. ¿Qué más podía hacer? Si se acercaba tardaría
tres segundos en estar en la puerta, si se quedaba quieta conservaría su empleo
y cobraría 1000 dólares por la noche que la ayudarían a pagar los gastos de la
casa y los suyos personales durante un mes o quizás dos. Si no es imprudente
como la última vez y se compra otro par de zapatos de tacón que llamen por ella
como si fueran un imán, atrayéndola con fuerza.
Termina
dándose la vuelta con su sonrisa impecable, impecablemente falsa y sigue
preguntando:
—
¿Desea una copa de champagne Dom Perignon, señor?—
_._
—Hasta
otro día Primadonna—Se despiden de ella los otros trabajadores mientras coge su
chaqueta y sale al frío gélido de la calle.
Hace
una señal de despido con la mano mientras trata de taparse lo más que puede. A
pesar de estar a principios de primavera el frío azota sin piedad en las calles
de París hasta donde ha tenido que viajar para asistir desde la lejanía a La
Semana de la moda de París. Era un pequeño sacrificio que no podía permitirse
pero que la empresa para la que trabajaba había pagado cada uno de los gastos del
personal entre ellos el de ella.
—Una
oportunidad así no se presenta todos los días Primadonna—Le había dicho
alegremente Brianna mientras la ayudaba a empacar sus mejores galas. Solo iba a
estar dos días en Paris pero estaba decidida a que cuando terminase el trabajo,
si no estaba muy cansada, dar una vuelta por París y conocer algunos de los
lugares más bonitos. Los tenía todos en una lista que guardaba en su cabeza:
1. La
Torre Eiffel.
2. El Arco de Triunfo.
3. La Catedral de Notre Dame.
4. El Moulin Rouge.
Había tenido que reducir la lista a solo esos lugares
porque en una noche a penas le daría tiempo de recorrerlos. Su trabajo
terminaba a las 11:00 y un cuarto de hora después estaba saliendo por la puerta
rumbo a su pequeña escapada por la ciudad del amor. Había salido por la puerta
de servicio mientras los famosos salían por la gran puerta, la que estaba
tallada en detalles de oro macizo, con sus elegantes chaquetones. Ella no tenía
nada que envidiarles a las chicas de la pasarela, era guapa. Tenía el pelo de
un rubio platino natural y los rasgos de su cara eran dulces, sus ojos de un
azul marino brillaban a todas horas rodeados de unas espesas pestañas, tenía la
boca pequeña y los labios carnosos de un rosado natural, su cuerpo era esbelto
y sus piernas torneadas y morenas. Su madre había decidido llamarla Primadonna
porque nada más la vio supo que ella desempeñaría el papel principal, una prima
donna, como se dice en Italiano.
Ahueca su coleta y coloca los mechones que se le salen
detrás de la oreja. Camina por las calles en busca de la parada de taxis. Cuando
la encuentra se sube al primero que ve y le recita su lista:
—me gustaría ir a La Torre Eiffel, El Arco de
Triunfo, La Catedral de Notre Dame y
El Moulin Rouge, por favor—Dice con voz serena.
—Por supuesto señorita—Le responde el conductor que la
mira por el retrovisor mientras pone el coche en marcha y se une al tráfico de
la noche.
Una canción suena en la radio, es pegadiza y alegra la
noche. El cielo está despejado como el corazón de Primadonna. Saca de su viejo
bolso su cámara de fotos digital y abre la ventanilla sacando fotos a todo lo
que ve y le gusta. No sabe cómo pero al final termina tarareando la canción que
ya está en su cabeza. Ella es Primadonna y tiene mucho mundo que recorrer. La
noche es fría pero el cielo está despejado y las estrellas brillan sobre los
edificios de París. Primadonna está cantando su sueño, un recuerdo futuro
transformado en canción. Todo es maravilloso y no puede esperar a llegar a su
piso en Downtown para compartir todos esos momentos con Jas y Bri.
A la mañana siguiente se despierta en la cama de su
hotel, la radio del despertador empieza a sonar y el locutor le informa en un
perfecto francés del tiempo para ese día. Solo se puede apreciar una mata de
pelo rubia por debajo de las sábanas y después un gruñido, un insulto que
apenas es audible y una mano tratando de apagar aquel trasto. En su intento
rueda con las sábanas hasta golpear el suelo. Esta vez gime de dolor mientras
maldice su mala suerte. El locutor sigue parlando como un loro hasta que
consigue encontrar el cable y de un tirón lo arranca de la corriente y se hace
el silencio. Bendito silencio.
—Cinco minutos más—Dice una voz adormilada. Estaba
teniendo un sueño agradable y húmedo. Aston Kutcher le hacía el amor en la
parte trasera de un Porsche 911 y cuando al fin se había quitado la ropa todo
se había ido en un pis pas, de vuelta a la realidad. Recordaba haber vuelto tarde
la noche anterior, demasiado tarde… Solo había alcanzado a dormir tres horas,
quizás hasta menos. Pero la culpa no era suya, había parado a beber un cóctel
en la barra de un bar y había terminado bebiendo un Poker Face, Bloody Mary y
un Cococooler. La cabeza le daba vueltas y su cartera le dolía aún más, 60€ en
su pequeña excusión a los bares de París.
Su avión salía a las 12:45 am así que tenía tiempo de
darse una relajante ducha, tomar el desayuno que venía incluido en el lote del
hotel, preparar su maleta y tomar le taxi que la llevaría hasta el aeropuerto
Charles de Gaulle. Podía permitirse el lujo de dormir aunque sea media hora
más. Volvió a subir a la cama y se acomodó en el suave colchón cayendo en un
profundo sueño. Esta vez nadie iba a interrumpir su momento a solas con Aston
Kutcher…
Esta adormilada cuando empieza a sonar un teléfono.
—Jasmine apaga ese trasto—gruñe y se da la vuelta. El
teléfono sigue sonando y no le queda otro remedio que abrir los ojos. No hay
rastro de Jasmine por ningún lado, ni de Bri, solo está ella sola en la
habitación de un hotel. Es cierto, está en París y ese debe ser el teléfono de
su habitación. Descuelga y responde con voz adormilada:
— ¿Si?—
—Señorita Young la llamamos de recepción porque todavía
no ha bajado a desayunar y el buffet libre cerrara dentro de veinte minutos.
Usted nos dijo que la avisáramos —Habla la persona al otro lado de la línea.
—Bajaré enseguida, muchas gracias—Dice y cuelga el
teléfono.
Su despertador está quitado de la corriente y su móvil
marca las diez en punto. Gruñe y corre por toda la habitación. Tiene que ducharse,
huele asquerosamente mal. Entre tanto revuelo alcanza a coger su ropa interior
y cierra la puerta del baño. Por mucho que necesite un baño relajante tiene que
estar lista en menos de diez minutos así que se ducha en tiempo record y se
pone unos pantalones vaqueros, sus alpargatas rojas y azules y una camiseta a
juego. Se permite observarse en el espejo del ascensor y peina con los dedos su
cabello intentando alisarlo. Las puertas se abren y camina elegantemente hasta
el comedor. Suspira pesadamente al ver que todavía no lo han cerrado. Es una
chica con suerte después de todo. Coge un plato y va pasando por todos los
cubículos sirviéndose tortitas con chocolate, un sándwich de jamón y queso, una
copa de zumo natural y té. Primadonna odia el café. Se sienta y degusta su
desayuno. Tiene un hambre voraz así que no se corta un pelo y come todo lo que
quiere.
Vuelve a su habitación y recoge rápidamente sus cosas
despidiéndose de la recepcionista con una sonrisa mientras se sube a su taxi y
deja atrás el hotel de dos estrellas, pequeño y acogedor, no muy lejos del
centro de París. El día es agradable, no hace frío pero tampoco demasiado
calor.
Ya en el aeropuerto tiene que esperar media hora porque
su vuelo trae retraso y cuando al fin sube se da cuenta que no compró ningún
recuerdo para Jas y Bri y maldice por lo bajo su mala memoria. A su lado se
sienta una señora que se pasa todo el vuelo contándole cosas sobre su vida.
—Pues a mi nieto le compré uno de esos juguetes que les
encanta a los niños de hoy en día que pueden manejar con un mando—Dice muy
animada. Le estaba contando todas las cosas que le había comprado a su familia.
Había estado en París por cuatro días y 10 horas y media según ella y tenía que
haber viajado con su marido pero el pobre había cogido una intoxicación
estomacal el último día, por los nervios de viajar en avión, según dice
ella y se tuvo que quedar en casa. —Mi
nieto tiene diez años—le recuerda sonriente—Es todo un remolino, ¿quieres que
te enseñe una foto? Creo que tengo una en mi monedero…—Dice mientras se embarga
en su búsqueda y dos segundos después saca una foto de un niño en un parque con
una gorra de los Ángeles Lakers muy sonriente.
— ¿A qué es una monada?—Me pregunta mientras toca mi
hombro y no me queda más remedio que asentir con una sonrisa forzada. Y ahí me
empieza a contar toda la vida de su hija, la mamá del niño, que trabaja en una
editorial y se casó con John Keil, su actual marido, el cual según la señora es
un hombre encantador que quiere muchísimo a si hija y los cuales le hacen una
visita todas las Navidades. No aguanto más, si no salgo ahora mismo de este
avión mi cabeza va a estallar. Siento la necesidad de escapar como sea, el Poker
Face, el Bloody Mary y el Cococooler empiezan a dejar rastro de resaca y un dolor de cabeza inimaginable.
— ¿Me deja pasar?, necesito ir un segundo al lavabo—Le
pregunto interrumpiendo su continuo parloteo.
— ¡Claro querida!— Responde y se levanta y salgo
corriendo con mi bolso bajo el brazo. Cierro la puerta del lavabo y me quedo
dentro un buen rato esperando que cuando vuelva se haya dormido al menos. Cuando
abro la puerta miro de un lado a otro y veo a una azafata en el pasillo, corro
hasta donde está.
—Hola, ¿sirven bebidas a bordo? Si es así, ¿me puede
traer lo más fuerte que tengan?—Le pregunto y me mira con su sonrisa de
trabajo. Pero sé lo que debe estar pensando: tendré que volver a lidiar con
otra borracha loca.
—Claro señorita. ¿Le vale una cerveza? Las reglas no
permiten servir bebidas alcohólicas demasiado fuertes a bordo—Me explica— ¿Cuál
es su asiento?
—Fila 22, asiento 4A, entonces tráigame mejor dos—Respondo
y vuelvo a mi asiento. La señora está dormida y mi interior prácticamente da
saltitos. Cuatro minutos después la azafata vuelve con mis bebidas y se vuelve
a ir. Doy un trago y recuesto la cabeza en la ventanilla mirando hacia fuera. Llevamos
cinco horas de vuelo y todavía nos quedan otras tres para llegar a Nueva York.
Acababa de bajarme del avión y en Nueva York hacía un día
soleado perfecto para estrenar mis preciosas Ray Bans negras. Me las coloco
mientras espero por mi maleta en la rueda. Doy una rápida mirada a la gente que
hay a mi alrededor, hay de todo un poco: desde familias, hasta hombres vestidos
de corbata, parejas enamoradas y después alguien que como aquel día en la
tienda de zapatos atrae mi atención como un imán. También lleva un par de gafas
oscuras y no puedo evitar quedarme mirando como una tonta. ¿Qué me pasa? Tal
vez sea el hecho de que él sobresale entre toda esa gente. Bajo mis gafas hasta
el puente de la nariz y lo analizo. Lleva un pantalón negro ajustado que le
marca su trasero y una camisa de un blanco impecable con los tres primeros
botones desabrochados y las mangas remangadas hasta el antebrazo. El pelo negro
ligeramente despeinado. Oh… el desentona entre toda esa gente. Alguien se le
acerca. Es una chica, una morena alta bien vestida que lo saluda con dos besos
explosivos en ambas mejillas. ¿Quién es esa? Me pregunto al instante como si
aquel hombre ya fuera mío. Me quedo mirándolo embelesada un rato más hasta que
por casualidad su mirada se tropieza con la mía y me pilla en el acto. No puedo
saber con exactitud si me está observando a mí o está buscando a alguien por
sus gafas pero algo en mi interior me dice que me mira a mí. Y me prendo como
una llama, algo explota en mi interior y no puedo evitar apartar la mirada y
dar un paso atrás. En el acto tropiezo con el maletín de alguien y caigo de
culo. ¡BAM!
—Joder…—Siseo mientras intento levantarme y paso mi mano
por mi trasero adolorido. La cinta ya se mueve, por lo visto lleva un buen rato
en movimiento. Vuelvo a mirar en la dirección donde se encontraba él y ya no
está. Estoy un poco decepcionada y ¿ansiosa? Veo que mi maleta se acerca y la
levanto arrastrándola hasta la salida. Antes de ir a casa debo pasar por el
banco a verificar si me han ingresado el dinero de ayer en la cuenta y a pagar
las facturas pendientes.
Le indico al taxista a donde me tiene que llevar.
—La cuarta avenida, por favor.
Miro por la ventanilla como los coches pasan volando por
nuestro lado, lo que me recuerda que debería empezar a ahorrar para comprarme
un coche. Por ahora he sobrevivido con el Mercedes Benz de Jasmine, un precioso
Clase A gris plateado. Yo me conformo con un BMV Serie 1, uno de tres puertas
de un bonito rojo metálico.
—Señorita, ya hemos llegado.
Miro por la ventanilla para comprobar que ya estamos aquí
y le doy los diez dólares con cincuenta centavos del viaje y le digo:
—Oiga ¿puede esperar aquí un momento? Solo voy a ver una
cosa rápida y salgo enseguida—Pregunto y el señor de unos cuarenta y pocos años
se gira para mirarme.
—Claro señorita, la espero aquí mismo—Dice y salgo
corriendo con el bolso en la mano. En el banco la cola es pequeña así que no
tengo que esperar mucho. La señora al otro lado de la ventanilla un poco
regordeta me saluda con una cordial sonrisa mientras me pregunta qué deseo
hacer.
—Me gustaría comprobar si he recibido un transferencia
bancario a mi cuenta—Digo como toda una profesional mientras le entrego mi
tarjeta y mi identificación.
—Ahora mismo se lo verifico—Dice mientras empieza a
teclear en el ordenador toda concentrada. Juego con las uñas sobre el mármol
mientras espero. Vuelve a mirarme y me dice—Si señorita, le han realizado una
transferencia esta misma mañana de 1000 dólares, ¿desea algo más?
— ¿Podría transferir parte de ese dinero a estos números
y pagar esta factura por favor?—Pregunto al mismo tiempo que ella estira su
mano por debajo de la ventanilla para coger las facturas.
—Ya está hecho, le quedan 768 dólares en su cuenta.
—Muchas gracias, eso es todo—Digo y recojo los papeles
marchándome.
—Que tenga un buen día.
Vuelvo al taxi y le digo al taxista que me lleve a casa. Tengo
muchas ganas de llegar, no hay nada como el hogar. A cada rato pasa por mi
mente la imagen de aquel hombre, el de la cinta del aeropuerto con sus bonitas
gafas de marca, mirándome a través del cristal. Ya me puedo imaginar su sonrisa
al ver mi traspié y muerdo mi labio al imaginar lo que debe haber pensado de
mí. ¿Viajaba en el mismo vuelo que yo? No lo vi al embarcar… Quizás tenía
dinero y viajaba en primera clase. Sí, no me queda duda de que viajaba en
primera clase. Debía ser asquerosamente rico. Con ese último pensamiento salgo
del taxi con mi maleta en la mano y rebusco en mi bolso en busca de las llaves
de la casa.
Estaba tan concentrada que cuando abro la puerta siento
que el cristal choca contra algo duro. Alzo la mirada con los ojos abiertos
como platos. Otra vez he vuelto a golpear al vecino del cuarto. ¡OUCH! Me está
mirando con ojos graciosos mofándose de mi mala suerte.
—Hombre señorita Young ¿por qué será que siempre nos
encontramos así?—Pregunta con un tono de diversión mientras se toca la zona
donde lo golpee.
—Lo siento mucho Ken iba distraída—Me disculpo tragando
saliva.
Me mira de arriba abajo hasta que se queda observando—curioso—
mi maleta.
— ¿Estabas de viaje?—Pregunta mientras agarra la puerta y
parece que no tiene intensión de dejarme marchar todavía.
—Eh sí… viaje de trabajo, tuve que asistir a la semana de la moda en París, necesitaban
persona para el catering—Digo mientras busco algún tipo de escapatoria. La
última vez que me lo encontré me había invitado a tomar una copa en un bar y
anteriormente me había invitado a salir, a cenar, a almorzar después del
trabajo… ya no sabía que excusa inventarme para que entendiera de puna puñetera
vez que no quería ir ni a la esquina con él. Vivía justo encima de nuestro piso
y todas las noches se sentía el gruñido de su cama oxidada y los gritos de las
mujeres que traía a su casa. Iba de culo si pensaba que yo accedería a salir
con él. Agarro mis gafas y pongo mi mejor cara de cansancio.
— ¡Oh París!, estuve hace dos años allí de viaje, toda
una maravilla…—Me mira fijamente a los ojos mientras dice esto.
—Sí, es precioso—Murmuro atropelladamente mientras miro
el suelo.
—Y bueno… ¿qué planes tienes para este fin de
semana?—Pregunta y me sonríe con confianza de que esta vez le diga que tengo un
hueco en mi agenda para él. Lo miro con cara de sorpresa y asco al mismo
tiempo.
—Pues yo quería…—Digo mientras pienso en algo, venga
Primadonna piensa en algo ¡RÁPIDO!—pues… voy a visitar a mis padres que hace
mucho que no los veo. Bueno Ken lo siento pero me tengo que marchar vengo
cansadísima del viaje no sé si me entiendes pero ya nos veremos otra vez
¿vale?—Le digo con una sonrisa forzosa y salgo prácticamente corriendo sin
dejar que me vuelva a atrapar con más proposiciones o preguntas.
Cuando el ascensor empieza a subir recuesto mi cabeza
sobre una de sus paredes y suelto un suspiro de alivio. Las puertas se abren y
camino por el pasillo hasta llegar a la puerta de mi piso. ¡Hogar, dulce hogar!
Giro la llave en la cerradura y entro dejando la maleta en la entrada y
corriendo a saludar a Jas y Bri.
— ¡Ya estoy en casa!—Grito para que me escuchen mientras
lanzo las alpargatas a algún rincón.
Nada, no se escucha nada, ni un solo movimiento. Por lo
visto Jas y Bri han salido. Voy a la cocina y abro la nevera cojo una bebida
tónica y me llevo el bote de helado de yogurt de fresa a la sala. En la mesita
del centro hay una nota que dice:
‘’ ¡Pri nos alegramos
un montón de que estés de vuelta! Lamentamos no poder estar contigo nena pero
hemos tenido que salir, volveremos a la noche. Y por cierto ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!
Sabemos que no te ibas a acordar así que te hemos comprado un regalito que
hemos dejado en tu cuarto. ¡Disfrútalo! Cuando volvamos tenemos que salir a
celebrarlo por todo lo alto no todos los días se cumplen 22 años.
Te quieren: Bri y Jas
PD: ¡No te comas todo
el helado! ‘’
¡Mi cumpleaños! Oh dios mío ya no me acordaba que día es
hoy, veintidós de Abril. Dejo el helado sobre la mesa junto a la nota y salgo
corriendo a mi habitación a abrir mi regalo. ¡Estoy tan emocionada! Cuando abro
la puerta me encuentro con una caja grande sobre la cama con un lazo rojo y una
tarjeta de felicitaciones.
Desato el lazo a todo correr y la abro soltando un
chillido: ¡el vestido! El de Versace al que le había echado el ojo la última
vez que habíamos ido juntas de compras pero que ¡costaba un pastón! Lo saco y
algo se cae, es un sobre lo miro y veo que viene con una dirección:
Sutherland Models
Professional Modeling Agency.
174 Spadina Avenue, #100
Lo
abro intrigada y me encuentro con una carta dirigida a mí.
Querida señorita
Young:
Nos complace hacerle
saber que ha sido elegida para el casting de modelos que se celebrará el
próximo 1 de Mayo en nuestro sucursal en Nueva York.
Para más información puede llamar al teléfono 416.703.7070 o ponerse en contacto
con nosotros a través de nuestro correo: megan@sutherlandmodels.com
Un cordial saludo.
Megan Hayes. Departamento
de Moda de Sutherland Models Professional Modeling Agency.
—
¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!—Chillo sin poder creérmelo. Mi sueño, mi sueño
puede hacerse realidad. Está a punto de comenzar, Primadonna Young está a punto
de ascender de la tierra al cielo. Adiós al infierno ese solo es para los
mundanos, ella va a convertirse en un ángel sobre las pasarelas. Una Top
Models. Se muerde el labio y da saltitos por toda la habitación. ¿Y ahora a
quién llama para contárselo?
— ¿Primadonna Young? Pase por favor, háblanos de usted.
Puede tomar asiento—Había dicho la mujer con gafas de pasta sentada detrás de
la gran mesa moviendo impaciente su bolígrafo. Ni si quiera la había mirado,
estaba atenta a su ficha.
Doy un paso adelante y me siento relajada con las piernas
cruzadas, respiro hondo para darme algo de confianza y empiezo:
—Me llamo Primadonna Young, tengo veintidós años, vivo en
el Downtown y desde niña he soñado con subirme a una pasarela así que aquí
estoy frente a ustedes esperando poder volar alto, no sé si me entienden…— digo
mirando a los jueces que parecen interesados por el rumbo que está tomando mi
presentación. Vuelvo a tomar aire y continúo—Mi madre casi me mata cuando le
dije que no quería ir a la universidad como el resto de las chicas, que
prefería seguir mi propio camino, así que no me quedó más remedio que mudarme
lejos para quitarme el peso de su mirada desaprobando cada cosa que hacía.
Ahora trabajo en catering, hace un mes asistí a la semana de la moda en París,
estuve trabajando entre el personal de servicio, fue toda una maravilla,
impresionante.
— ¿Sabe modelar señorita Young?—Pregunta otros de jueces.
— ¿Me está preguntando si sé modelar? Por quién me toma,
por supuesto que sí, llevo desde niña practicando con los tacones de mi madre y
ahora con los míos propios—Digo y me río de mi propio comentario.
—Perfecto, pase tras esa puerta y elija el vestuario que
crea apropiado y vuelva, háganos una demostración de lo que puede hacer en la
pasarela. —Dice de nuevo la mujer de las gafas de pasta que ahora tiene las
manos cruzadas sobre la mesa. Y sus ojos expresan… ¿interés acaso acá?
Hago lo que me
dicen y al otro lado hay una chica que nada más me ve me saluda.
—Hola, te han mandado a hacer la prueba ¿verdad?—Pregunta
sonriente— Ven, te ayudaré a elegir tu vestuario—Dice mientras camina y pasa su
mano por las perchas de ropa que parecen no tener fin. Los ojos se me iluminan
y sonrío como una boba.
— ¡Este es perfecto!, creo que es tu talla—Dice mientras
me mira de soslayo—Toma pruébatelo ahora te traigo los tacones—Dice y
desaparece.
Me pongo el vestido y me asombro al ver que me queda
perfecto, ella ha acertado de plena con la talla. Me miro en el espejo y me
impresiono al ver que la chica que está
al otro lado soy yo. El vestido es de un marrón avellana que se ajusta a mi
cintura para después caer graciosamente hasta el suelo dejando abierta la parte
de adelante. Tiene el escote en V con tirantes y una rosa enorme en el hombro
derecho.
—Lo sabía, ¡te queda impresionante!—Dice la chica
emocionada al volver con unas sandalias de 15 cm de tacón sencillas.
Bien ya estoy lista. Ahora tengo que demostrar lo que
valgo. La puerta se abre y contengo la respiración. La luz nunca me había
parecido tan molesta.
Quiero saber más *-* Ahora me has dejado con mucha intriga >_<
ResponderEliminarbesitos<3
ya lo tengo listo, ahora mismo lo subo! >///<
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