sábado, 19 de enero de 2013

La vida de Primadonna: El ascenso


 Aquí os traigo un adelanto de otra de mis historias, espero que os guste y ya sabéis a comentar. Decidme si os gusta. ¿Os gustaría tener la vida de Primadonna?


CAPÍTULO UNO


Un año antes.

Los abucheos y los aplausos retumban en las paredes del establecimiento donde se celebraba la Semana de alta costura de París. Era todo lujo, seda y escotes de vértigo. ALEXANDRE VAUTHIER, ALEXIS MABILLE, BOUCHRA JARRAR, CHRISTOPHE JOSSE, ELIE SAAB… sus nombres retumbaban por toda la habitación junto al suave y poco detectable sonido de los tacones de las modelos, que lucían con majestuosidad cada uno de los vestidos. Primadonna soñaba con estar subida allí, pisar con sus bonitos tacones de diez centímetros el frío mármol y caminar, caminar sin miedo, con la cabeza bien alta, luciendo uno de esos vestidos de encaje. Pero ese era su sueño secreto, el que nadie más que ella podía conocer. Mientras tanto permanecía atrás, donde a ella le correspondía, con su traje negro, su pajarita y su placa de identificación donde ponía en letra doce y en cursiva: Primadonna Young, PERSONAL DE SERVICIO. Su larga coleta se mecía de un lado a otro con cada movimiento. Ella no era modelo pero le gustaba soñar que lo era, soñar es gratis.
— ¿Desea una copa de champagne Dom Perignon, señor?— Dice mientras mueve con delicadeza la bandeja de plata sobre su mano derecha y sonríe como si fuera la persona más feliz del mundo.
Sonreír, asentir, caminar recta, mantener la bandeja a la altura del pecho con elegancia, mantener la calma en todo momento, saber decir gracias y por favor. Primadonna cada día hacía mejor su trabajo y la empresa de catering para la que trabajaba estaba muy satisfecha con su trabajo hasta el momento, nunca les había fallado. Cualquier evento en el que necesitasen personal cualificado, allí estaba Primadonna con sus ojos brillosos y su alegría contagiosa. Había llegado muy alto pero todavía no podía volar hasta donde ella realmente quería estar: la pasarela, la alfombra roja, el mundo de la fama. Quería que todo el mundo aclamase su nombre: ¡PRIMADONNA, PRIMADONNA!, la aclamase a ella una chica de diez en todo, quería ver su rostro y su cuerpo luciendo la ropa de los mejores diseñadores del mundo en los carteles publicitarios, la televisión, en los spot publicitarios, en las bebidas refrescantes. Brillante, todo era oro y plata.
Miraba de un lado a otro para ver con quien podía establecer una amena conversación. Había mucha gente famosa pero no podía hacer ningún acercamiento brusco que pudiera poner su trabajo en juego. Ninguno de ellos les dirigía ni una sola mirada y si lo hacían era algo rápido y cortante. Ni había gracias ni por favor, en el mundo de la moda y la fama esas palabras estaban de más.
Primadonna sabía elegir bien sus amistades, sabía diferenciar entre los perdedores y los que brillaban con luz propia, por eso su círculo de amistades de confianza se reducía a dos personas: Jasmine Clairy y Brianna Rowland, sus dos compañeras de piso desde que había decidido dejar atrás su pequeña casa en Bronx para comenzar la gran aventura en Noho, al norte de Houston, en el Downtown. Allí tenía todo lo que necesitaba: un hogar, un precio asequible que no pasaba los 170 dólares por persona y lo más importante de todo ¡al fin había dejado atrás Bronx!
Miraba con recelo y emoción a cada rincón y se mordía el labio impaciente por su acercamiento. ¿Había visto a Aston Kutcher o era su gemelo? ¡Oh dios mío! Era Aston Kutcher en persona y estaba tan sexy con aquel traje de chaqueta de Armani. Inspira, expira, inspira, expira. No lo hagas ahora Primadonna, no la jodas tan pronto o de una patada te echarán a la calle. Se muerde el labio y suelta un suspiro de resignación. ¿Qué más podía hacer? Si se acercaba tardaría tres segundos en estar en la puerta, si se quedaba quieta conservaría su empleo y cobraría 1000 dólares por la noche que la ayudarían a pagar los gastos de la casa y los suyos personales durante un mes o quizás dos. Si no es imprudente como la última vez y se compra otro par de zapatos de tacón que llamen por ella como si fueran un imán, atrayéndola con fuerza.
Termina dándose la vuelta con su sonrisa impecable, impecablemente falsa y sigue preguntando:
— ¿Desea una copa de champagne Dom Perignon, señor?—
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—Hasta otro día Primadonna—Se despiden de ella los otros trabajadores mientras coge su chaqueta y sale al frío gélido de la calle.
Hace una señal de despido con la mano mientras trata de taparse lo más que puede. A pesar de estar a principios de primavera el frío azota sin piedad en las calles de París hasta donde ha tenido que viajar para asistir desde la lejanía a La Semana de la moda de París. Era un pequeño sacrificio que no podía permitirse pero que la empresa para la que trabajaba había pagado cada uno de los gastos del personal entre ellos el de ella.
—Una oportunidad así no se presenta todos los días Primadonna—Le había dicho alegremente Brianna mientras la ayudaba a empacar sus mejores galas. Solo iba a estar dos días en Paris pero estaba decidida a que cuando terminase el trabajo, si no estaba muy cansada, dar una vuelta por París y conocer algunos de los lugares más bonitos. Los tenía todos en una lista que guardaba en su cabeza:
1.     La Torre Eiffel.
2.      El Arco de Triunfo.
3.     La Catedral de Notre Dame.
4.     El Moulin Rouge.
Había tenido que reducir la lista a solo esos lugares porque en una noche a penas le daría tiempo de recorrerlos. Su trabajo terminaba a las 11:00 y un cuarto de hora después estaba saliendo por la puerta rumbo a su pequeña escapada por la ciudad del amor. Había salido por la puerta de servicio mientras los famosos salían por la gran puerta, la que estaba tallada en detalles de oro macizo, con sus elegantes chaquetones. Ella no tenía nada que envidiarles a las chicas de la pasarela, era guapa. Tenía el pelo de un rubio platino natural y los rasgos de su cara eran dulces, sus ojos de un azul marino brillaban a todas horas rodeados de unas espesas pestañas, tenía la boca pequeña y los labios carnosos de un rosado natural, su cuerpo era esbelto y sus piernas torneadas y morenas. Su madre había decidido llamarla Primadonna porque nada más la vio supo que ella desempeñaría el papel principal, una prima donna, como se dice en Italiano.
Ahueca su coleta y coloca los mechones que se le salen detrás de la oreja. Camina por las calles en busca de la parada de taxis. Cuando la encuentra se sube al primero que ve y le recita su lista:
—me gustaría ir a La Torre Eiffel, El Arco de Triunfo, La Catedral de Notre Dame y El Moulin Rouge, por favor—Dice con voz serena.
—Por supuesto señorita—Le responde el conductor que la mira por el retrovisor mientras pone el coche en marcha y se une al tráfico de la noche.
Una canción suena en la radio, es pegadiza y alegra la noche. El cielo está despejado como el corazón de Primadonna. Saca de su viejo bolso su cámara de fotos digital y abre la ventanilla sacando fotos a todo lo que ve y le gusta. No sabe cómo pero al final termina tarareando la canción que ya está en su cabeza. Ella es Primadonna y tiene mucho mundo que recorrer. La noche es fría pero el cielo está despejado y las estrellas brillan sobre los edificios de París. Primadonna está cantando su sueño, un recuerdo futuro transformado en canción. Todo es maravilloso y no puede esperar a llegar a su piso en Downtown para compartir todos esos momentos con Jas y Bri.
A la mañana siguiente se despierta en la cama de su hotel, la radio del despertador empieza a sonar y el locutor le informa en un perfecto francés del tiempo para ese día. Solo se puede apreciar una mata de pelo rubia por debajo de las sábanas y después un gruñido, un insulto que apenas es audible y una mano tratando de apagar aquel trasto. En su intento rueda con las sábanas hasta golpear el suelo. Esta vez gime de dolor mientras maldice su mala suerte. El locutor sigue parlando como un loro hasta que consigue encontrar el cable y de un tirón lo arranca de la corriente y se hace el silencio. Bendito silencio.
—Cinco minutos más—Dice una voz adormilada. Estaba teniendo un sueño agradable y húmedo. Aston Kutcher le hacía el amor en la parte trasera de un Porsche 911 y cuando al fin se había quitado la ropa todo se había ido en un pis pas, de vuelta a la realidad. Recordaba haber vuelto tarde la noche anterior, demasiado tarde… Solo había alcanzado a dormir tres horas, quizás hasta menos. Pero la culpa no era suya, había parado a beber un cóctel en la barra de un bar y había terminado bebiendo un Poker Face, Bloody Mary y un Cococooler. La cabeza le daba vueltas y su cartera le dolía aún más, 60€ en su pequeña excusión a los bares de París.
Su avión salía a las 12:45 am así que tenía tiempo de darse una relajante ducha, tomar el desayuno que venía incluido en el lote del hotel, preparar su maleta y tomar le taxi que la llevaría hasta el aeropuerto Charles de Gaulle. Podía permitirse el lujo de dormir aunque sea media hora más. Volvió a subir a la cama y se acomodó en el suave colchón cayendo en un profundo sueño. Esta vez nadie iba a interrumpir su momento a solas con Aston Kutcher…
Esta adormilada cuando empieza a sonar un teléfono.
—Jasmine apaga ese trasto—gruñe y se da la vuelta. El teléfono sigue sonando y no le queda otro remedio que abrir los ojos. No hay rastro de Jasmine por ningún lado, ni de Bri, solo está ella sola en la habitación de un hotel. Es cierto, está en París y ese debe ser el teléfono de su habitación. Descuelga y responde con voz adormilada:
— ¿Si?—
—Señorita Young la llamamos de recepción porque todavía no ha bajado a desayunar y el buffet libre cerrara dentro de veinte minutos. Usted nos dijo que la avisáramos —Habla la persona al otro lado de la línea.
—Bajaré enseguida, muchas gracias—Dice y cuelga el teléfono.
Su despertador está quitado de la corriente y su móvil marca las diez en punto. Gruñe y corre por toda la habitación. Tiene que ducharse, huele asquerosamente mal. Entre tanto revuelo alcanza a coger su ropa interior y cierra la puerta del baño. Por mucho que necesite un baño relajante tiene que estar lista en menos de diez minutos así que se ducha en tiempo record y se pone unos pantalones vaqueros, sus alpargatas rojas y azules y una camiseta a juego. Se permite observarse en el espejo del ascensor y peina con los dedos su cabello intentando alisarlo. Las puertas se abren y camina elegantemente hasta el comedor. Suspira pesadamente al ver que todavía no lo han cerrado. Es una chica con suerte después de todo. Coge un plato y va pasando por todos los cubículos sirviéndose tortitas con chocolate, un sándwich de jamón y queso, una copa de zumo natural y té. Primadonna odia el café. Se sienta y degusta su desayuno. Tiene un hambre voraz así que no se corta un pelo y come todo lo que quiere.
Vuelve a su habitación y recoge rápidamente sus cosas despidiéndose de la recepcionista con una sonrisa mientras se sube a su taxi y deja atrás el hotel de dos estrellas, pequeño y acogedor, no muy lejos del centro de París. El día es agradable, no hace frío pero tampoco demasiado calor.
Ya en el aeropuerto tiene que esperar media hora porque su vuelo trae retraso y cuando al fin sube se da cuenta que no compró ningún recuerdo para Jas y Bri y maldice por lo bajo su mala memoria. A su lado se sienta una señora que se pasa todo el vuelo contándole cosas sobre su vida.
—Pues a mi nieto le compré uno de esos juguetes que les encanta a los niños de hoy en día que pueden manejar con un mando—Dice muy animada. Le estaba contando todas las cosas que le había comprado a su familia. Había estado en París por cuatro días y 10 horas y media según ella y tenía que haber viajado con su marido pero el pobre había cogido una intoxicación estomacal el último día, por los nervios de viajar en avión, según dice ella  y se tuvo que quedar en casa. —Mi nieto tiene diez años—le recuerda sonriente—Es todo un remolino, ¿quieres que te enseñe una foto? Creo que tengo una en mi monedero…—Dice mientras se embarga en su búsqueda y dos segundos después saca una foto de un niño en un parque con una gorra de los Ángeles Lakers muy sonriente.
— ¿A qué es una monada?—Me pregunta mientras toca mi hombro y no me queda más remedio que asentir con una sonrisa forzada. Y ahí me empieza a contar toda la vida de su hija, la mamá del niño, que trabaja en una editorial y se casó con John Keil, su actual marido, el cual según la señora es un hombre encantador que quiere muchísimo a si hija y los cuales le hacen una visita todas las Navidades. No aguanto más, si no salgo ahora mismo de este avión mi cabeza va a estallar. Siento la necesidad de escapar como sea, el Poker Face, el Bloody Mary y el Cococooler empiezan a dejar rastro de resaca  y un dolor de cabeza inimaginable. 
— ¿Me deja pasar?, necesito ir un segundo al lavabo—Le pregunto interrumpiendo su continuo parloteo.
— ¡Claro querida!— Responde y se levanta y salgo corriendo con mi bolso bajo el brazo. Cierro la puerta del lavabo y me quedo dentro un buen rato esperando que cuando vuelva se haya dormido al menos. Cuando abro la puerta miro de un lado a otro y veo a una azafata en el pasillo, corro hasta donde está.
—Hola, ¿sirven bebidas a bordo? Si es así, ¿me puede traer lo más fuerte que tengan?—Le pregunto y me mira con su sonrisa de trabajo. Pero sé lo que debe estar pensando: tendré que volver a lidiar con otra borracha loca.
—Claro señorita. ¿Le vale una cerveza? Las reglas no permiten servir bebidas alcohólicas demasiado fuertes a bordo—Me explica— ¿Cuál es su asiento?
—Fila 22, asiento 4A, entonces tráigame mejor dos—Respondo y vuelvo a mi asiento. La señora está dormida y mi interior prácticamente da saltitos. Cuatro minutos después la azafata vuelve con mis bebidas y se vuelve a ir. Doy un trago y recuesto la cabeza en la ventanilla mirando hacia fuera. Llevamos cinco horas de vuelo y todavía nos quedan otras tres para llegar a Nueva York.  
Acababa de bajarme del avión y en Nueva York hacía un día soleado perfecto para estrenar mis preciosas Ray Bans negras. Me las coloco mientras espero por mi maleta en la rueda. Doy una rápida mirada a la gente que hay a mi alrededor, hay de todo un poco: desde familias, hasta hombres vestidos de corbata, parejas enamoradas y después alguien que como aquel día en la tienda de zapatos atrae mi atención como un imán. También lleva un par de gafas oscuras y no puedo evitar quedarme mirando como una tonta. ¿Qué me pasa? Tal vez sea el hecho de que él sobresale entre toda esa gente. Bajo mis gafas hasta el puente de la nariz y lo analizo. Lleva un pantalón negro ajustado que le marca su trasero y una camisa de un blanco impecable con los tres primeros botones desabrochados y las mangas remangadas hasta el antebrazo. El pelo negro ligeramente despeinado. Oh… el desentona entre toda esa gente. Alguien se le acerca. Es una chica, una morena alta bien vestida que lo saluda con dos besos explosivos en ambas mejillas. ¿Quién es esa? Me pregunto al instante como si aquel hombre ya fuera mío. Me quedo mirándolo embelesada un rato más hasta que por casualidad su mirada se tropieza con la mía y me pilla en el acto. No puedo saber con exactitud si me está observando a mí o está buscando a alguien por sus gafas pero algo en mi interior me dice que me mira a mí. Y me prendo como una llama, algo explota en mi interior y no puedo evitar apartar la mirada y dar un paso atrás. En el acto tropiezo con el maletín de alguien y caigo de culo. ¡BAM!
—Joder…—Siseo mientras intento levantarme y paso mi mano por mi trasero adolorido. La cinta ya se mueve, por lo visto lleva un buen rato en movimiento. Vuelvo a mirar en la dirección donde se encontraba él y ya no está. Estoy un poco decepcionada y ¿ansiosa? Veo que mi maleta se acerca y la levanto arrastrándola hasta la salida. Antes de ir a casa debo pasar por el banco a verificar si me han ingresado el dinero de ayer en la cuenta y a pagar las facturas pendientes.
Le indico al taxista a donde me tiene que llevar.
—La cuarta avenida, por favor.
Miro por la ventanilla como los coches pasan volando por nuestro lado, lo que me recuerda que debería empezar a ahorrar para comprarme un coche. Por ahora he sobrevivido con el Mercedes Benz de Jasmine, un precioso Clase A gris plateado. Yo me conformo con un BMV Serie 1, uno de tres puertas de un bonito rojo metálico.
—Señorita, ya hemos llegado.
Miro por la ventanilla para comprobar que ya estamos aquí y le doy los diez dólares con cincuenta centavos del viaje y le digo:
—Oiga ¿puede esperar aquí un momento? Solo voy a ver una cosa rápida y salgo enseguida—Pregunto y el señor de unos cuarenta y pocos años se gira para mirarme.
—Claro señorita, la espero aquí mismo—Dice y salgo corriendo con el bolso en la mano. En el banco la cola es pequeña así que no tengo que esperar mucho. La señora al otro lado de la ventanilla un poco regordeta me saluda con una cordial sonrisa mientras me pregunta qué deseo hacer.
—Me gustaría comprobar si he recibido un transferencia bancario a mi cuenta—Digo como toda una profesional mientras le entrego mi tarjeta y mi identificación.
—Ahora mismo se lo verifico—Dice mientras empieza a teclear en el ordenador toda concentrada. Juego con las uñas sobre el mármol mientras espero. Vuelve a mirarme y me dice—Si señorita, le han realizado una transferencia esta misma mañana de 1000 dólares, ¿desea algo más?
— ¿Podría transferir parte de ese dinero a estos números y pagar esta factura por favor?—Pregunto al mismo tiempo que ella estira su mano por debajo de la ventanilla para coger las facturas.
—Ya está hecho, le quedan 768 dólares en su cuenta.
—Muchas gracias, eso es todo—Digo y recojo los papeles marchándome.
—Que tenga un buen día.
Vuelvo al taxi y le digo al taxista que me lleve a casa. Tengo muchas ganas de llegar, no hay nada como el hogar. A cada rato pasa por mi mente la imagen de aquel hombre, el de la cinta del aeropuerto con sus bonitas gafas de marca, mirándome a través del cristal. Ya me puedo imaginar su sonrisa al ver mi traspié y muerdo mi labio al imaginar lo que debe haber pensado de mí. ¿Viajaba en el mismo vuelo que yo? No lo vi al embarcar… Quizás tenía dinero y viajaba en primera clase. Sí, no me queda duda de que viajaba en primera clase. Debía ser asquerosamente rico. Con ese último pensamiento salgo del taxi con mi maleta en la mano y rebusco en mi bolso en busca de las llaves de la casa.
Estaba tan concentrada que cuando abro la puerta siento que el cristal choca contra algo duro. Alzo la mirada con los ojos abiertos como platos. Otra vez he vuelto a golpear al vecino del cuarto. ¡OUCH! Me está mirando con ojos graciosos mofándose de mi mala suerte.
—Hombre señorita Young ¿por qué será que siempre nos encontramos así?—Pregunta con un tono de diversión mientras se toca la zona donde lo golpee.
—Lo siento mucho Ken iba distraída—Me disculpo tragando saliva.
Me mira de arriba abajo hasta que se queda observando—curioso— mi maleta.
— ¿Estabas de viaje?—Pregunta mientras agarra la puerta y parece que no tiene intensión de dejarme marchar todavía.
—Eh sí… viaje de trabajo, tuve             que asistir a la semana de la moda en París, necesitaban persona para el catering—Digo mientras busco algún tipo de escapatoria. La última vez que me lo encontré me había invitado a tomar una copa en un bar y anteriormente me había invitado a salir, a cenar, a almorzar después del trabajo… ya no sabía que excusa inventarme para que entendiera de puna puñetera vez que no quería ir ni a la esquina con él. Vivía justo encima de nuestro piso y todas las noches se sentía el gruñido de su cama oxidada y los gritos de las mujeres que traía a su casa. Iba de culo si pensaba que yo accedería a salir con él. Agarro mis gafas y pongo mi mejor cara de cansancio.
— ¡Oh París!, estuve hace dos años allí de viaje, toda una maravilla…—Me mira fijamente a los ojos mientras dice esto.
—Sí, es precioso—Murmuro atropelladamente mientras miro el suelo.
—Y bueno… ¿qué planes tienes para este fin de semana?—Pregunta y me sonríe con confianza de que esta vez le diga que tengo un hueco en mi agenda para él. Lo miro con cara de sorpresa y asco al mismo tiempo.
—Pues yo quería…—Digo mientras pienso en algo, venga Primadonna piensa en algo ¡RÁPIDO!—pues… voy a visitar a mis padres que hace mucho que no los veo. Bueno Ken lo siento pero me tengo que marchar vengo cansadísima del viaje no sé si me entiendes pero ya nos veremos otra vez ¿vale?—Le digo con una sonrisa forzosa y salgo prácticamente corriendo sin dejar que me vuelva a atrapar con más proposiciones o preguntas.
Cuando el ascensor empieza a subir recuesto mi cabeza sobre una de sus paredes y suelto un suspiro de alivio. Las puertas se abren y camino por el pasillo hasta llegar a la puerta de mi piso. ¡Hogar, dulce hogar! Giro la llave en la cerradura y entro dejando la maleta en la entrada y corriendo a saludar a Jas y Bri.
— ¡Ya estoy en casa!—Grito para que me escuchen mientras lanzo las alpargatas a algún rincón.
Nada, no se escucha nada, ni un solo movimiento. Por lo visto Jas y Bri han salido. Voy a la cocina y abro la nevera cojo una bebida tónica y me llevo el bote de helado de yogurt de fresa a la sala. En la mesita del centro hay una nota que dice:
‘’ ¡Pri nos alegramos un montón de que estés de vuelta! Lamentamos no poder estar contigo nena pero hemos tenido que salir, volveremos a la noche. Y por cierto ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! Sabemos que no te ibas a acordar así que te hemos comprado un regalito que hemos dejado en tu cuarto. ¡Disfrútalo! Cuando volvamos tenemos que salir a celebrarlo por todo lo alto no todos los días se cumplen 22 años.
Te quieren: Bri y Jas
PD: ¡No te comas todo el helado! ‘’           
¡Mi cumpleaños! Oh dios mío ya no me acordaba que día es hoy, veintidós de Abril. Dejo el helado sobre la mesa junto a la nota y salgo corriendo a mi habitación a abrir mi regalo. ¡Estoy tan emocionada! Cuando abro la puerta me encuentro con una caja grande sobre la cama con un lazo rojo y una tarjeta de felicitaciones.
Desato el lazo a todo correr y la abro soltando un chillido: ¡el vestido! El de Versace al que le había echado el ojo la última vez que habíamos ido juntas de compras pero que ¡costaba un pastón! Lo saco y algo se cae, es un sobre lo miro y veo que viene con una dirección:
Sutherland Models Professional Modeling Agency.
174 Spadina Avenue, #100
 Lo abro intrigada y me encuentro con una carta dirigida a mí.
Querida señorita Young:
Nos complace hacerle saber que ha sido elegida para el casting de modelos que se celebrará el próximo 1 de Mayo en nuestro sucursal en Nueva York.
Para más información  puede llamar al teléfono 416.703.7070  o ponerse en contacto con nosotros a través de nuestro correo: megan@sutherlandmodels.com
Un cordial saludo.
Megan Hayes. Departamento de Moda de Sutherland Models Professional Modeling Agency.  
 — ¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!—Chillo sin poder creérmelo. Mi sueño, mi sueño puede hacerse realidad. Está a punto de comenzar, Primadonna Young está a punto de ascender de la tierra al cielo. Adiós al infierno ese solo es para los mundanos, ella va a convertirse en un ángel sobre las pasarelas. Una Top Models. Se muerde el labio y da saltitos por toda la habitación. ¿Y ahora a quién llama para contárselo? 


— ¿Primadonna Young? Pase por favor, háblanos de usted. Puede tomar asiento—Había dicho la mujer con gafas de pasta sentada detrás de la gran mesa moviendo impaciente su bolígrafo. Ni si quiera la había mirado, estaba atenta a su ficha.
Doy un paso adelante y me siento relajada con las piernas cruzadas, respiro hondo para darme algo de confianza y empiezo:
—Me llamo Primadonna Young, tengo veintidós años, vivo en el Downtown y desde niña he soñado con subirme a una pasarela así que aquí estoy frente a ustedes esperando poder volar alto, no sé si me entienden…— digo mirando a los jueces que parecen interesados por el rumbo que está tomando mi presentación. Vuelvo a tomar aire y continúo—Mi madre casi me mata cuando le dije que no quería ir a la universidad como el resto de las chicas, que prefería seguir mi propio camino, así que no me quedó más remedio que mudarme lejos para quitarme el peso de su mirada desaprobando cada cosa que hacía. Ahora trabajo en catering, hace un mes asistí a la semana de la moda en París, estuve trabajando entre el personal de servicio, fue toda una maravilla, impresionante.
— ¿Sabe modelar señorita Young?—Pregunta otros de jueces.
— ¿Me está preguntando si sé modelar? Por quién me toma, por supuesto que sí, llevo desde niña practicando con los tacones de mi madre y ahora con los míos propios—Digo y me río de mi propio comentario.
—Perfecto, pase tras esa puerta y elija el vestuario que crea apropiado y vuelva, háganos una demostración de lo que puede hacer en la pasarela. —Dice de nuevo la mujer de las gafas de pasta que ahora tiene las manos cruzadas sobre la mesa. Y sus ojos expresan… ¿interés acaso acá?
 Hago lo que me dicen y al otro lado hay una chica que nada más me ve me saluda.
—Hola, te han mandado a hacer la prueba ¿verdad?—Pregunta sonriente— Ven, te ayudaré a elegir tu vestuario—Dice mientras camina y pasa su mano por las perchas de ropa que parecen no tener fin. Los ojos se me iluminan y sonrío como una boba.
— ¡Este es perfecto!, creo que es tu talla—Dice mientras me mira de soslayo—Toma pruébatelo ahora te traigo los tacones—Dice y desaparece.
Me pongo el vestido y me asombro al ver que me queda perfecto, ella ha acertado de plena con la talla. Me miro en el espejo y me impresiono al ver que la  chica que está al otro lado soy yo. El vestido es de un marrón avellana que se ajusta a mi cintura para después caer graciosamente hasta el suelo dejando abierta la parte de adelante. Tiene el escote en V con tirantes y una rosa enorme en el hombro derecho.
—Lo sabía, ¡te queda impresionante!—Dice la chica emocionada al volver con unas sandalias de 15 cm de tacón sencillas.
Bien ya estoy lista. Ahora tengo que demostrar lo que valgo. La puerta se abre y contengo la respiración. La luz nunca me había parecido tan molesta.




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