domingo, 20 de enero de 2013

La vida de Primadonna: Que la fama no se te suba a la cabeza...


Aquí está el segundo capítulo de Primadonna, espero que os guste <3

Un año después.

La voz de Paloma Faith diciéndome que mi viva mis 30 minutos de amor es lo primero que escucho al despertar. No tengo ni idea de cuánto tiempo llevo en la cama, lo único que sé es que los párpados se me cierran de sueño. La noche anterior había salido con Tiffany y Lauren a una pub privado en el centro habíamos tomado unas cuantas copas, bailamos y entonces me despierto aquí.
— ¿Hola?—Alcanzo a decir antes de que cuelguen.
—Levántate, estoy abajo esperándote, te doy 15 minutos para estar lista.
Es Jacqueline, mí manager. He pasado de vivir en mi piso con Jas y Bri a vivir en una habitación del hotel más caro de Nueva York. Me lo puedo permitir porque ahora soy asquerosamente rica. Mi sueño se ha cumplido, soy modelo para las marcas más conocidas y mi cara está en todas partes. Si todavía no me conoces es que no eres de este mundo.
—Bajo enseguida.
Cuelgo y me levanto con un dolor de cabeza de mil demonios. La habitación me da vueltas. Cuando me miro todavía llevo la ropa del día anterior puesta. Busco una goma y me recojo el pelo en un moño alto antes de cerrar la puerta del baño. Cuando salgo siento que me he quitado un peso de encima. Miro el reloj que marca las 12:20. Tengo apenas cinco minutos para elegir un conjunto apropiado y salir corriendo. Jacqueline no tiene paciencia. Estoy al pensar un día de estos que me odia y que por eso me hace hacer todo esto. Sino ¿por qué me despertaría tan temprano cuando sabe que anoche llegué tarde? Más le vale tener una buena excusa o pienso pedir a la agencia que la cambien.
No tengo tiempo de desayunar pero tampoco es que pueda comer algo. Seguramente ella me tendrá una manzana preparada en el coche. Sabe que me encanta las manzanas.
Bajo en el ascensor y antes de que las puertas se habrán me pongo las gafas de sol. No sé qué planes tiene hoy para mí así que no puedo dejar que vea que mis ojos están hinchados y ojerosos.
La puerta se abre y allí está con el móvil en una mano y la agenda en la otra. Debo de impresionarla porque encoje las cejas y sus labios hacen esa mueca de desaprobación.
—Tienes unas pintas horribles.
Su comentario no me ofende y subo al coche.
— ¿Qué hay para hoy?—Pregunto sin emoción alguna.
La veo abrir la agenda antes de recitarme mi horario:
—A la una tienes una sesión de fotos para la nueva campaña del nuevo perfume de Dior y a las 5 una entrevista con un reportero de la revista Elle.
Me giro quitándome las gafas, algo alterada.
— ¿Una entrevista? Te dije que no quería hacer ninguna entrevista esta semana, que dijeras que estoy muy ocupada.
—Se trata de un caso especial…
No le doy tiempo a explicaciones y salto a la carga.
— ¡Me da igual! Cancélala—Grito enfurecida.
— ¿Sabes que Elle ha cambiado de director? Están haciendo unos cambios en la revista y el mismo director me llamó personalmente para concertar la entrevista.
Me quedo algo confundida. No sabía nada al respecto y además no es una llamada cualquiera. El nuevo director solicita mi ayuda para llevar a cabo esos cambios… No puedo negarme.
— Iré—accedo finalmente y doy por terminada la conversación.
Nos bajamos frente a un edificio antiguo donde me espera el fotógrafo a cargo de la publicidad de Dior. Cuando me ve entrar se acerca y me da dos besos. Es gay así que no hay nada porque preocuparse. Aunque da pena porque es extremadamente guapo, las empleadas están encantadas de trabajar con él, ¿por qué será?
—Hola George—Saludos con una de mis mejores sonrisas.
—Querida parece que te ha atropellado un camión —Exclama al ver mi cara.
—Lo sé, vas a tener que hacer magia conmigo hoy—Le digo mientras camino hacia el set.
— ¿Quieres un expresso para reanimarte?
Asiento y enseguida estoy en mi silla saboreando el sabor amargo y dulce. Me saboreo los labios mientras espero a mi maquilladora.
—Hola—Dice Kim, mi maquilladora, cuando se acerca.
 —Hey—Respondo secamente.
—Hoy voy a hacerte algo diferente pero que te quedará fabuloso y que esconderá esos ojos hinchados.
Me guiña un ojo y le agradezco en silencio haciendo caso a cada una de sus órdenes. Cuando termina no parezco la misma de antes, estoy totalmente maquillada y peinada. Completamente rizado con una trenza como diadema, bien sujeta.
Paso por los vestidores y me colocan el vestido y los zapatos, bastante extravagantes y pomposo para mi gusto. Es de estos llenos de encaje que pesa toneladas y con corsé que se ajusta perfectamente a mi cintura de avispa. Bostezo mientras voy a la gran tarima.
—Estás preciosa querida, cualquiera diría que has salido de otra época.
Los piropos y las miradas recaen sobre mí, vuelvo a ser el centro de atención y el estómago me ruge acabando con magia del momento.
— ¿Quieres música para que te relajes?
—Sí, me vendría bien algo de música.
Chasquea los dedos y enseguida suena Kelly Clarkson, motivándome.
— ¿Cuál es el tema?
Normalmente los encargos de Dior son elegantes y sofisticados pero según me dice George este va a ser más dulce, el tema es Paris y tengo que hacer de princesa de cuentos, corriendo de la malvada bruja que me envenenará y terminaré siendo rescatada por el príncipe azul que traerá el perfume y rociará unas gotas sobre mi devolviéndome a la vida. Típico tópico de Disney. Me voy colocando según me van diciendo hasta que llega la escena final y me recuesto en el suelo sobre una sábana a la espera del mágico momento. Listo mi trabajo aquí ha terminado. Me levanto agradeciendo a todos por su esfuerzo.
— ¿Quieres ver las fotos Primma?
Niego con la cabeza.
—Sabes que nunca veo mi trabajo después de hacerlo George.
Y le guiño un ojo mientras taconeo hacia los vestidores. Jacqueline me espera sentada con la agenda en la mano.
—Ya está todo listo para la entrevista. Va a ser en la propia sede de Elle y tu entrevistador no va a ser otro que Douglas Mathew. Parece ser que ahora trabaja para Elle. Ha habido despidos en masa…
—No me importa.
Le pregunto a Kim si puedo quedarme el maquillaje y el recogido ya que tengo la entrevista después y sé que Douglas Mathew anota hasta los más mínimos detalles.
— ¿Te han enviado la lista de preguntas para repasarlas? No me gustaría cometer ningún error y ser la comidilla de los reporteros.
Me pongo mis vaqueros y los tacones y cojo mis cosas saliendo detrás de ella. Rebusco buscando mis gafas hasta que las encuentro y me las pongo antes de salir.
Jacqueline todavía no ha contestado mi pregunta así que le vuelvo a preguntar.
— ¿Las han mandado o no?
Me mira y su mirada me dice que espere lo peor.
—No las han enviado…
Me quedo petrificada debe haber sido algún error. Yo nunca hago entrevistas así. Ninguna modela las hace.
—No ha sido un error, llamé para preguntar y me han dicho que fue idea de él.
— ¿él? ¿Y quién coño es él?
Me empiezo a poner colorada del enfado. Empiezo a resoplar y a maldecir por lo bajo.
—Todavía no se sabe quién es…
Genial. Pues él y yo vamos a tener problemas.
—Cancélala.
No estoy dispuesta a hacer excepciones y menos si las cosas se hacen de esta manera. Jacqueline me mira como si me hubiera vuelto loca pero estoy más cuerda de lo que haya estado nunca. Me niego a hacer una entrevista cuando los preparativos son así de desastrosos. No hay nada más que hablar. Bajo la ventanilla que separa los asientos traseros de la parte del conductor.
—Da media vuelta, volvemos al hotel.
Y la vuelvo a subir.
En el viaje Jacqueline ha estado todo el tiempo al teléfono haciendo llamadas. Oigo como dice: <<se niega a hacerlo>>, <<no, ya he hablado con ella y dice que así no…>>, <<lo siento mucho>> No grita mantiene su voz baja y sumisa. Si se hubiese rebelado la hubiese despedido. No es que me importe demasiado, ella no es la primera agente que tengo. Tiene que seguir mis órdenes o sabe que pasará a la historia.
Saco de mi bolso una caja de cigarrillos y mi móvil. Es hora de hacer planes para esta noche. Recorro mi concurrida agenda telefónica en busca de alguien a quien llamar. Kimberly estaba en China pasando el Año Nuevo chino con su nueva adquisición temporal que por lo visto lo hacía muy bien. Jean Lucas estaba perdido en algún lugar de las Bahamas reponiéndose de su ruptura con aquel estúpido novio postizo que estaba más interesado en la fama y el dinero de Jean Luc que en el amor que buscaba este último. Francesca no era una opción, me odiaba porque le había robado el encargo de Gucci para la nueva temporada y tardaría unas cuantas semanas en olvidarlo. La dulce Ginna estaba en París por trabajo. Carol no me llamaba desde que aparecí en aquella cena con el mismo vestido que ella, que obviamente me quedaba mucho mejor a mí. Nicco mi ex novio no contestaba mis llamadas desde que le dije que no podía seguir saliendo con él porque como era obvio bajaría mi ranking de popularidad. No me podía permitir eso. Seguí bajando. Nada. Nada. Nada. Nadie estaba disponible para mi hoy. Me negaba a quedarme en el hotel. Miro a Jacqueline y se me pasa una idea alocada por la cabeza que enseguida tacho.
El conductor me deja frente al hotel y antes de cerrar la puerta le ordeno:
—Trae mi Porsche, esta noche lo voy a usar.
Ordeno en recepción que me suban una botella de Champagne y me escabullo entre las puertas del ascensor justo a tiempo. Una pareja de recién casados se me quedan mirando. Parece que no soy bien recibida.
—Hola.
Saludo educadamente. Seguramente me conozcan… Mi pecho se infla de solo pensarlo y sonrío arrogante. EL ascensor se detiene en el quinto piso y se bajan perdiéndose por el pasillo. Siento sus risas y voces y pienso <<ahí va otra pareja feliz>> Las puertas vuelven a abrirse, esta vez en la suite. Me quito los zapatos nada más bajarme, tengo los pies molidos de las horas que estuve de pie. Soy recibida por un gélido silencio cuando abro la puerta. <<Hogar dulce hogar>> y enseguida cambio de opinión, de dulce tiene poco. Me entran unas ganas enormes de atiborrarme de comida, sobre todo de cosas dulces pero sé lo que vendrá después, horas delante del váter olisqueando su repugnante olor y el de mi vómito. El estómago me da vueltas de solo pensarlo y así terminan mis ganas. Doy vueltas por la habitación en busca de algo para hacer. Mi botella todavía no llega. <<Mierda>> Necesito una copa de alcohol para olvidarme de mi asquerosa vida por unos minutos. <<Música>> Claro, como no se me había ocurrido antes. Música, todo lo que necesito es música. Abro las gavetas y empiezo a buscar algún disco que valga la pena. La mayoría son regalos de Navidad de mis padres. Todos los años me envían lo mismo. <<Para que me relaje un poco>> pone en la nota.
Busco el mando a distancia y enciendo mi mp5. Al final no he encontrado nada que valga la pena escuchar. Salto de canción a canción hasta que termino por hartarme y pongo el aleatorio. Lanzo el mando a algún lugar de la casa y corro desesperada al teléfono. Antes de que lo pueda descolgar el timbre suena.
Tintirintín.
Eureka, ahí está mi acompañante. Abro la puerta y me dispongo a gritarle al camarero. Pero me quedo con la boca abierta, sorprendida. No esperaba visita hoy.
— ¿Primadonna Young? Soy Viktor A. Crawford el Nuevo director de la revista Elle.
Lo primero que se me pasó por la cabeza fue: <<Dios, está para comérselo>> Su cara me resulta familiar.
— ¿Nos hemos visto antes?
No lo voy a dejar pasar hasta que conteste. Quiero saber si lo conozco, aunque él sería imposible de olvidar.
—Creo que es la primera vez que nos encontramos.
Su voz es tan varonil que mi cabeza no para de dar vueltas. Creo que en cualquier momento me voy a desmayar.
— ¿No me va a dejar pasar?
¿Eh? Mierda, que idiota soy. Me aparto y abro la puerta para que entre. Seguro que parezco una tonta babeando. Peor como para no babear, si es que no hay nada malo en este hombre. Cierro la puerta y al fin reparo en la botella que trae en la mano.
—Veo que se ha molestado en traer mi botella.
— ¿Está sola? Si es así espero que no le moleste mi repentina visita.
Niego con la cabeza y recojo mi botella. Voy por dos copas y le ofrezco un poco.
— ¿Quiere?
Asiente educadamente. Lleno su copa y la mía. Saboreo el champagne y me muerdo la lengua sin querer.
—Un bonito apartamento.
Lo mira de arriba abajo y yo aprovecho para echar una rápida mirada a sus músculos tonificados, que se marchaban a través de la fina camisa de lino. Ese hombre no podía ser real, yo debía de estar soñando.
— ¿Le gusta lo que ve?
—Si…
Y nada más respondo me doy cuenta de que se ha dado cuenta de que lo estoy mirando a él y que ahora sonríe arrogante. Se está burlando de mí y con razón estoy embobada mirándolo.
—Lo siento, yo no quería decir eso, yo…—Fue todo cuanto alcancé a decir, pues, sabía que lo hecho, hecho estaba.
Sus ojos brillan divertidos y enseguida me doy cuenta que estoy quedando en ridículo. Yo, Primadonna Young ridiculizada por un hombre. Ni de broma, soy yo la que los ridiculiza a ellos.
—Tranquila esto quedará entre nosotros—Dice y me guiña un ojo.
— ¿Se divierte señor Crawford?
Doy un sorbo a mi bebida para tranquilizarme y me cruzo de piernas. Estaba deseando desviar mi atención a otro lado y para ello necesitaba cambiar la conversación. Me imagino que su visita se debe a mi cambio de opinión respecto a la entrevista de esta tarde. Debe estar muy desesperado para venir hasta aquí él mismo.
—para nada… es solo que usted es diferente de lo que imaginé.
— ¿diferente? Explíquese mejor…
¿Qué era exactamente lo que intentaba hacer? Si su intensión era llevarme de vuelta para que hiciera esa estúpida entrevista no se estaba ganado precisamente mi apoyo.
—Sí, me imaginé a alguien más difícil—Deja caer sus palabras suavemente.
Enseguida mis mejillas se encienden. ¿Acaba de decir que soy una presa fácil? 

1 comentario: