viernes, 4 de mayo de 2012

BV 3: Buenas noches mundo.


Buenas noches mundo.


Empezar un domingo sin gritos y con un sol radiante es igual a un día perfecto. Sí, este sí que es mi definición de día perfecto más acertada, los otros solo eran borradores al azar.
— ¡Eileen! ¡Eileen! Despierta, tu móvil se ha pasado toda la mañana sonando—Me despierta mi madre.
—Mamá cinco minutos más por favor—Suplico gimoteando.
—Los que quieras pero has algo—Dice y se va dejándome sola.
Acerco la mano a la mesilla de noche y lo cojo. Otra vez el número privado de anoche. Está resultando ser un verdadero incordio así que le cojo.
— ¿Si?, ¿quién es?—Pregunto todavía adormilada.
—Al fin me coges llevo llamándote un buen rato—Dice la persona al otro lado.
Esa voz…me resultaba familiar. ¡MATT! De pronto abro los ojos y me incorporo.
— ¿Cómo conseguiste mi número? Esto es acoso—Le reprocho.
—Hoy en día no hay nada que yo no pueda conseguir y no, no es acoso—Dice con tono burlón—Anoche te fuiste, no me esperaste.
—Y que pensabas que iba a hacer ¿esperar a que terminaras de darte el lote con esa chica?—Es una pregunta retórica así que espero que no me conteste.
—Tenemos que hablar—Contesta evadiéndome.
—Perdona pero yo no tengo nada que hablar contigo Matt así que déjame en paz ¿vale?—Digo indignada y cuelgo apagando el móvil. ¿Qué se pensaba Matt que era yo? Conmigo que no se confunda.
Paso la mañana ayudando a mamá con la comida. Yo fregando y ella cocinando.
— ¿Cómo van los exámenes Eilie?—Pregunta mientras corta la ensalada.
Ya decía yo que era muy mala decisión por mi parte ayudarla. Bueno aquí está, ha llegado la hora de probar mi ‘Teoría del uso razonable de las Matemáticas aplicadas a casos infructuosos´.
—Pues bueno mami bastante bien aunque bueno he vuelto a suspender matemáticas pero tú no te preocupes que ya he hecho los cálculos y hay 99,9% de posibilidades de que las apruebe de aquí a final de curso—Digo intentando que suene serio, sin mucho éxito.
— ¡Eileen! ¿Me estas tomando el pelo?—Pregunta incrédula. La veo detenerse y oh, oh eso no es bueno—El señor Tilman te dijo el trimestre pasado que te iba a suspender como no hicieras algo. Y a este paso lo va a hacer—Me regaña volviendo a su trabajo.
—Pero… ¿qué quieres que haga? ¡No es mi culpa que el ponga unos exámenes tan difíciles!—Reclamo tratando de defender lo poco que me queda. Mi teoría se ha ido al garete en menos de un minuto.
—Pues estudia más, hazle saber que estas interesada por su asignatura—Dice no muy convencida. JA, yo interesada por las matemáticas. Si, si claro quizás en otra vida porque en esta os aseguro que no—Bueno da igual ve a poner la mesa que esto ya esta y llama a tu padre y a tu hermano.
¡Salvada por el pavo! Quien lo diría. No me lo tiene que repetir dos veces antes de que coloque el último plato sobre el escurridor y vuele a colocarlo todo.
Subo las escaleras hasta la habitación de Evan y toco la puerta. Ruido sordo, algo se cae al suelo, pasos y después la puerta se abre. Ahí está mi hermano, todavía está enfadado conmigo y a este paso no me perdonara antes de Navidad pero bueno creo que podre sobrevivir con eso. No es que él fuera el mejor hermano del mundo ni que me hiciera regalos por Navidad.
—La comida ya esta—Le aviso—Deberías usar esto antes de bajar o papá y mamá se volverán locos con ese moretón—Le digo extendiendo mi base de maquillaje.
No me dice nada pero acepta mi ayuda y vuelve a cerrarme la puerta en las narices. Genial le ayudo y así me trata. Malagradecido. Me largo a buscar a papá. Arrastro los pies hasta el despacho y allí está sentado rompiéndose la cabeza con los gastos de este mes. No me siente llegar.
—Papá la comida ya esta—Murmuro y lo veo pegar un respingón en su asiento.
— ¿Eh? Eileen ¿qué pasa?—Pregunta prestándome atención.
—La comida ya esta—Repito y me voy cerrando la puerta.
En las escaleras me topo con Evan su herida ha sido perfectamente camuflada con mi maquillaje. Lo sigo hasta el comedor y tomo asiento. Nos mantenemos en silencio hasta que llega mamá con la comida y la empieza a servir.
—Eso huele delicioso Sabine—Dice mi padre que acaba de llegar. Se acerca a mamá abrazándola por la espalda y dándole un beso en la mejilla.
¡Puaj! pienso para mis adentros. Mis padres empiezan a ponerse melosos hasta que Evan carraspea devolviéndolos a la realidad. Se me ha quitado el hambre. Ambos ríen cómplices y la comida empieza.
— ¿Anoche saliste Evan?—Pregunta mi padre con voz severa. Oh, oh me han pillado. Evan no tendrá reparos en echarme para adelante después de todo.
—No—Responde cortante volviendo a su comida.
—Ah entonces debo haber escuchado mal. Me pareció escuchar un coche deben de haber sido los vecinos—Dice todavía no muy convencido.
Salvada. Evan no me delato. Después de todo no es tan mal hermano. Tal vez y a este paso le regale aquella cazadora que tanto le gustaba por Navidad. La comida paso silenciosa. Lo único que se escuchaba era el ruido de los cubiertos y el choque de las copas. Esto venía ocurriendo desde hacía dos meses desde que cada uno se sumergió en su mundo. A Evan se le murió su mejor amigo Calvin, en un accidente de coche por esas fechas en una carrera ilegal a las afueras, muy cerca de Donnovan. Mis padres incapaces de saber cómo reaccionar ante una situación así lo dejaron pasar hasta que Evan empezó a asistir a los mismos sitios que Calvin como si estuviera siguiendo sus pasos. Ese fue el principal motivo de las peleas y de los silencios en la mesa del comedor.
Al terminar todos ayudamos a recoger la mesa, todos menos mi hermano por supuesto.
—Eileen cariño necesito que vayas a casa de los Klintworth y recojas los papeles que le presté la semana pasada, los necesito—Me dice mi padre y yo asiento como una buena chica.
Subo a mi habitación me abotono mi abrigo hasta arriba y salgo. La casa de Rachel esta a la vuelta de la esquina así que no tardo mucho en llegar. Me acerco a la verja de la entrada y veo las luces apagadas. ¿No hay nadie? Rach no me dijo nada de que iban a salir el domingo. Me encojo de hombros y toco el timbre. Una, dos y hasta tres veces. Nada. Estoy a punto de marcharme cuando de pronto la puerta se abre y por ella aparece Matt en calzoncillos y con una camiseta negra.
—Llego a saber que vendrías tan rápido y me hubiera cambiado—Dice con su típica sonrisa zocata.
Pongo los ojos en blanco. Vaya día.
—Vengo por unos papeles—le digo indiferente— ¿No están tus padres?—Pregunto mirando el interior.
—No, salieron—Responde educado—Rachel también—Me dice antes de que le vuelva a preguntar. Se hace un lado y mueve la cabeza para que pase. Dudo por un momento, lo mejor sería volver en otro momento pero bueno. Me hago la valiente y cruzo el umbral. Estoy sola con Matt, en su casa, a oscuras.
— ¿Quieres algo de beber?—Me pregunta de camino al salón.
 —No, quiero los papeles, tengo que volver a casa—Rechazo cortante su invitación. Me mira fijamente durante unos segundos para después asentir.
—Sígueme—
Camino detrás evitando mirarle. Joder. Cuadros, la casa de Rach está llena de preciosos cuadros. Mi mirada se cruza con su espalda y va bajando y oh mierda…ostra vez me vuelvo a chocar contra su espalda.
—Tienes una costumbre un poco extraña de chocarte conmigo—Se burla de mi. Lo noto en sus ojos, en su sonrisa, en cada uno de sus gestos.
No caigas ante sus trucos baratos Eileen. Tú eres mejor que todo esto.
—Los papeles—Susurro evitando mirarle. Esto es incómodo y empieza a molestarme.
—Claro, espera aquí—Dice y entra a una habitación desconocida para mí. El despacho del padre de Rachel. He estado en esta casa millones de veces durante estos cinco años y todavía no me sorprende lo grande que es. No tiene nada que ver con la mía ni con ninguna del barrio.
Al cabo de un rato vuelve con un portafolio en la mano. Si, ya está, ya me puedo ir. No más torturas. Prácticamente se lo arranco de la mano y sin darle tiempo a decir nada me dispongo a irme. Un paso, tres pasos y boom, atrapada. La pared, yo y Matt.
—Qué coño estás haciendo Matt?—Escupo mientras forcejeo por soltarme. Misión imposible. Así debería llamarse este capítulo o más bien el libro al completo porque esto no es más que una misión imposible para mí— ¡SUELTAME!—Grito azorada.
Mirada contra mirada. Cuerpo contra cuerpo. Una lucha constante. Él por sostenerme yo por escapar.
—Eileen…—Susurra contra mi oído. Espera. STOP. ¿Esto es una broma verdad? ¿Dónde están las cámaras? ¿Por qué está tan cerca? Joder, joder. Respira Eileen, respira. Recuerda los ejercicios de yoga. ¡Este tío está fatal! No lo puedo aguantar más tiempo.
— ¡AHHHHHHHHHHHHHH!—Grito asustada.
Tal vez alguien que pase por ahí escuche mi grito y entre a salvarme. De pronto siento que su agarre se suaviza. ¿Está bajando la guardia? El peso de su cuerpo ha empezado a caer completamente sobre mí. ¿Eh? No puedo aguantarlo mucho más y resbalo por la pared hasta el suelo. Por supuesto el cae conmigo. No se mueve. Oh mierda…
— ¿Matt?—Lo sacudo por los hombros. Nada. Me muevo tratando de dejar algo de espacio entre nosotros. Mi mano tiene alcance a su cara así que la acerco. ¡Está ardiendo!
— ¿Y que se supone que debo hacer yo ahora?—Pregunto a la nada.
Supongo que lo primero será llevarlo a su habitación y meterlo en la cama. Hago un esfuerzo sobrehumano para intentar levantarlo pero nada.
—Maldición Matt porque tenías que ir al gimnasio este verano ¿eh?—Le reclamo aunque estoy segura de que no puede escucharme.
Lo subo a mi espalda como puedo y poco a poco subo las escaleras hasta llegar a su habitación. No encuentro el interruptor de la luz así que me muevo a oscuras. Tropiezo con su cama y ambos caemos sobre ella. No puedo respirar. Uno, dos y tres. Lo giro y me siento con la respiración agitada. No, definitivamente este tampoco es el día perfecto. Me pregunto cuando llegara. Lo miro. El pelo se le pega a la frente por el sudor.
Lo acomodo lo mejor que puedo y bajo a por algunas medicinas. Gracias a dios la señora Klintworth tiene el botiquín de emergencia a mano. Media hora después he conseguido que se beba la medicina a duras penas porque la mitad la ha escupido sobre mí. Me debe una camiseta nueva y no tendré reparas en reprochárselo cuando despierte.
Cuando despierto ya es de noche cerrada. Espero. ¿Ya es de noche? Mierda. Me he quedado dormida sobre su cama. Tengo cuatro llamadas perdidas de papá. Debe estar furioso conmigo. Miro a Matt quien todavía duerme como un bebé. Ya no tiene fiebre así que me puedo marchar tranquila. Me levanto pero algo sujeta mi brazo y tira de él. Caigo sobre la cama y cuando levanto la cabeza para regañarlo me besa. No me muevo. Estoy atónita. Lo miro fijamente, él tampoco ha cerrado los ojos. No siento nada en mi pecho. Por lo menos no nada fuera de lo normal. Se supone que cuando un chico te besa sientes mariposas en el estómago y todas esas tonterías que dicen en las películas. Ahora me doy cuenta que eso es ficción y que la realidad es mucho más sórdida. Aquí los besos no duran tres tomas ni los sentimientos fluyen en una hora y media. Tampoco hay luces de fondo ni escenarios perfectos. Malditas películas me habéis engañado durante todos estos años.
Medio minuto después Matt se separa y yo aprovecho sin decir ni mu para recoger mis cosas y marcharme. ¿Qué sabré yo sobre la perfección? Por lo visto nada. Todavía me queda mucho camino por recorrer. 

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