Buenas noches mundo.
Empezar un domingo sin gritos y con un sol radiante es
igual a un día perfecto. Sí, este sí que es mi definición de día perfecto más
acertada, los otros solo eran borradores al azar.
— ¡Eileen! ¡Eileen! Despierta, tu móvil se ha pasado toda
la mañana sonando—Me despierta mi madre.
—Mamá cinco minutos más por favor—Suplico gimoteando.
—Los que quieras pero has algo—Dice y se va dejándome
sola.
Acerco la mano a la mesilla de noche y lo cojo. Otra vez
el número privado de anoche. Está resultando ser un verdadero incordio así que
le cojo.
— ¿Si?, ¿quién es?—Pregunto todavía adormilada.
—Al fin me coges llevo llamándote un buen rato—Dice la
persona al otro lado.
Esa voz…me resultaba familiar. ¡MATT! De pronto abro los
ojos y me incorporo.
— ¿Cómo conseguiste mi número? Esto es acoso—Le reprocho.
—Hoy en día no hay nada que yo no pueda conseguir y no,
no es acoso—Dice con tono burlón—Anoche te fuiste, no me esperaste.
—Y que pensabas que iba a hacer ¿esperar a que terminaras
de darte el lote con esa chica?—Es una pregunta retórica así que espero que no
me conteste.
—Tenemos que hablar—Contesta evadiéndome.
—Perdona pero yo no tengo nada que hablar contigo Matt así
que déjame en paz ¿vale?—Digo indignada y cuelgo apagando el móvil. ¿Qué se
pensaba Matt que era yo? Conmigo que no se confunda.
Paso la mañana ayudando a mamá con la comida. Yo fregando
y ella cocinando.
— ¿Cómo van los exámenes Eilie?—Pregunta mientras corta
la ensalada.
Ya decía yo que era muy mala decisión por mi parte
ayudarla. Bueno aquí está, ha llegado la hora de probar mi ‘Teoría del uso
razonable de las Matemáticas aplicadas a casos infructuosos´.
—Pues bueno mami bastante bien
aunque bueno he vuelto a suspender matemáticas pero tú no te preocupes que ya
he hecho los cálculos y hay 99,9% de posibilidades de que las apruebe de aquí a
final de curso—Digo intentando que suene serio, sin mucho éxito.
— ¡Eileen! ¿Me estas tomando el
pelo?—Pregunta incrédula. La veo detenerse y oh, oh eso no es bueno—El señor
Tilman te dijo el trimestre pasado que te iba a suspender como no hicieras algo.
Y a este paso lo va a hacer—Me regaña volviendo a su trabajo.
—Pero… ¿qué quieres que haga?
¡No es mi culpa que el ponga unos exámenes tan difíciles!—Reclamo tratando de
defender lo poco que me queda. Mi teoría se ha ido al garete en menos de un
minuto.
—Pues estudia más, hazle saber que estas interesada por
su asignatura—Dice no muy convencida. JA, yo interesada por las matemáticas.
Si, si claro quizás en otra vida porque en esta os aseguro que no—Bueno da
igual ve a poner la mesa que esto ya esta y llama a tu padre y a tu hermano.
¡Salvada por el pavo! Quien lo diría. No me lo tiene que
repetir dos veces antes de que coloque el último plato sobre el escurridor y
vuele a colocarlo todo.
Subo las escaleras hasta la habitación de Evan y toco la
puerta. Ruido sordo, algo se cae al suelo, pasos y después la puerta se abre. Ahí
está mi hermano, todavía está enfadado conmigo y a este paso no me perdonara
antes de Navidad pero bueno creo que podre sobrevivir con eso. No es que él
fuera el mejor hermano del mundo ni que me hiciera regalos por Navidad.
—La comida ya esta—Le aviso—Deberías usar esto antes de
bajar o papá y mamá se volverán locos con ese moretón—Le digo extendiendo mi
base de maquillaje.
No me dice nada pero acepta mi ayuda y vuelve a cerrarme
la puerta en las narices. Genial le ayudo y así me trata. Malagradecido. Me
largo a buscar a papá. Arrastro los pies hasta el despacho y allí está sentado
rompiéndose la cabeza con los gastos de este mes. No me siente llegar.
—Papá la comida ya esta—Murmuro y lo veo pegar un
respingón en su asiento.
— ¿Eh? Eileen ¿qué pasa?—Pregunta prestándome atención.
—La comida ya esta—Repito y me voy cerrando la puerta.
En las escaleras me topo con Evan su herida ha sido
perfectamente camuflada con mi maquillaje. Lo sigo hasta el comedor y tomo
asiento. Nos mantenemos en silencio hasta que llega mamá con la comida y la
empieza a servir.
—Eso huele delicioso Sabine—Dice mi padre que acaba de llegar.
Se acerca a mamá abrazándola por la espalda y dándole un beso en la mejilla.
¡Puaj! pienso para mis adentros. Mis padres empiezan a
ponerse melosos hasta que Evan carraspea devolviéndolos a la realidad. Se me ha
quitado el hambre. Ambos ríen cómplices y la comida empieza.
— ¿Anoche saliste Evan?—Pregunta mi padre con voz severa.
Oh, oh me han pillado. Evan no tendrá reparos en echarme para adelante después
de todo.
—No—Responde cortante volviendo a su comida.
—Ah entonces debo haber escuchado mal. Me pareció
escuchar un coche deben de haber sido los vecinos—Dice todavía no muy
convencido.
Salvada. Evan no me delato. Después de todo no es tan mal
hermano. Tal vez y a este paso le regale aquella cazadora que tanto le gustaba
por Navidad. La comida paso silenciosa. Lo único que se escuchaba era el ruido
de los cubiertos y el choque de las copas. Esto venía ocurriendo desde hacía
dos meses desde que cada uno se sumergió en su mundo. A Evan se le murió su
mejor amigo Calvin, en un accidente de coche por esas fechas en una carrera
ilegal a las afueras, muy cerca de Donnovan. Mis padres incapaces de saber cómo
reaccionar ante una situación así lo dejaron pasar hasta que Evan empezó a
asistir a los mismos sitios que Calvin como si estuviera siguiendo sus pasos. Ese
fue el principal motivo de las peleas y de los silencios en la mesa del
comedor.
Al terminar todos ayudamos a recoger la mesa, todos menos
mi hermano por supuesto.
—Eileen cariño necesito que vayas a casa de los Klintworth y recojas los papeles que le
presté la semana pasada, los necesito—Me dice mi padre y yo asiento como una
buena chica.
Subo a mi habitación me abotono mi abrigo hasta arriba
y salgo. La casa de Rachel esta a la vuelta de la esquina así que no tardo
mucho en llegar. Me acerco a la verja de la entrada y veo las luces apagadas.
¿No hay nadie? Rach no me dijo nada de que iban a salir el domingo. Me encojo
de hombros y toco el timbre. Una, dos y hasta tres veces. Nada. Estoy a punto
de marcharme cuando de pronto la puerta se abre y por ella aparece Matt en
calzoncillos y con una camiseta negra.
—Llego a saber que vendrías tan rápido y me hubiera
cambiado—Dice con su típica sonrisa zocata.
Pongo los ojos en blanco. Vaya día.
—Vengo por unos papeles—le digo indiferente— ¿No están
tus padres?—Pregunto mirando el interior.
—No, salieron—Responde educado—Rachel también—Me dice
antes de que le vuelva a preguntar. Se hace un lado y mueve la cabeza para que
pase. Dudo por un momento, lo mejor sería volver en otro momento pero bueno. Me
hago la valiente y cruzo el umbral. Estoy sola con Matt, en su casa, a oscuras.
— ¿Quieres algo de beber?—Me pregunta de camino al
salón.
—No, quiero los
papeles, tengo que volver a casa—Rechazo cortante su invitación. Me mira
fijamente durante unos segundos para después asentir.
—Sígueme—
Camino detrás evitando mirarle. Joder. Cuadros, la casa
de Rach está llena de preciosos cuadros. Mi mirada se cruza con su espalda y va
bajando y oh mierda…ostra vez me vuelvo a chocar contra su espalda.
—Tienes una costumbre un poco extraña de chocarte
conmigo—Se burla de mi. Lo noto en sus ojos, en su sonrisa, en cada uno de sus
gestos.
No caigas ante sus trucos baratos Eileen. Tú eres mejor
que todo esto.
—Los papeles—Susurro evitando mirarle. Esto es incómodo
y empieza a molestarme.
—Claro, espera aquí—Dice y entra a una habitación
desconocida para mí. El despacho del padre de Rachel. He estado en esta casa
millones de veces durante estos cinco años y todavía no me sorprende lo grande
que es. No tiene nada que ver con la mía ni con ninguna del barrio.
Al cabo de un rato vuelve con un portafolio en la mano.
Si, ya está, ya me puedo ir. No más torturas. Prácticamente se lo arranco de la
mano y sin darle tiempo a decir nada me dispongo a irme. Un paso, tres pasos y
boom, atrapada. La pared, yo y Matt.
—Qué coño estás haciendo Matt?—Escupo mientras forcejeo
por soltarme. Misión imposible. Así debería llamarse este capítulo o más bien
el libro al completo porque esto no es más que una misión imposible para mí—
¡SUELTAME!—Grito azorada.
Mirada contra mirada. Cuerpo contra cuerpo. Una lucha
constante. Él por sostenerme yo por escapar.
—Eileen…—Susurra contra mi oído. Espera. STOP. ¿Esto es
una broma verdad? ¿Dónde están las cámaras? ¿Por qué está tan cerca? Joder,
joder. Respira Eileen, respira. Recuerda los ejercicios de yoga. ¡Este tío está
fatal! No lo puedo aguantar más tiempo.
— ¡AHHHHHHHHHHHHHH!—Grito asustada.
Tal vez alguien que pase por ahí escuche mi grito y
entre a salvarme. De pronto siento que su agarre se suaviza. ¿Está bajando la
guardia? El peso de su cuerpo ha empezado a caer completamente sobre mí. ¿Eh?
No puedo aguantarlo mucho más y resbalo por la pared hasta el suelo. Por
supuesto el cae conmigo. No se mueve. Oh mierda…
— ¿Matt?—Lo sacudo por los hombros. Nada. Me muevo
tratando de dejar algo de espacio entre nosotros. Mi mano tiene alcance a su
cara así que la acerco. ¡Está ardiendo!
— ¿Y que se supone que debo hacer yo ahora?—Pregunto a
la nada.
Supongo que lo primero será llevarlo a su habitación y
meterlo en la cama. Hago un esfuerzo sobrehumano para intentar levantarlo pero
nada.
—Maldición Matt porque tenías que ir al gimnasio este
verano ¿eh?—Le reclamo aunque estoy segura de que no puede escucharme.
Lo subo a mi espalda como puedo y poco a poco subo las
escaleras hasta llegar a su habitación. No encuentro el interruptor de la luz
así que me muevo a oscuras. Tropiezo con su cama y ambos caemos sobre ella. No
puedo respirar. Uno, dos y tres. Lo giro y me siento con la respiración
agitada. No, definitivamente este tampoco es el día perfecto. Me pregunto
cuando llegara. Lo miro. El pelo se le pega a la frente por el sudor.
Lo acomodo lo mejor que puedo y bajo a por algunas
medicinas. Gracias a dios la señora Klintworth tiene el botiquín de emergencia
a mano. Media hora después he conseguido que se beba la medicina a duras penas
porque la mitad la ha escupido sobre mí. Me debe una camiseta nueva y no tendré
reparas en reprochárselo cuando despierte.
Cuando despierto ya es de noche cerrada. Espero. ¿Ya es
de noche? Mierda. Me he quedado dormida sobre su cama. Tengo cuatro llamadas
perdidas de papá. Debe estar furioso conmigo. Miro a Matt quien todavía duerme
como un bebé. Ya no tiene fiebre así que me puedo marchar tranquila. Me levanto
pero algo sujeta mi brazo y tira de él. Caigo sobre la cama y cuando levanto la
cabeza para regañarlo me besa. No me muevo. Estoy atónita. Lo miro fijamente,
él tampoco ha cerrado los ojos. No siento nada en mi pecho. Por lo menos no
nada fuera de lo normal. Se supone que cuando un chico te besa sientes
mariposas en el estómago y todas esas tonterías que dicen en las películas.
Ahora me doy cuenta que eso es ficción y que la realidad es mucho más sórdida.
Aquí los besos no duran tres tomas ni los sentimientos fluyen en una hora y
media. Tampoco hay luces de fondo ni escenarios perfectos. Malditas películas
me habéis engañado durante todos estos años.
Medio minuto después Matt se separa y yo aprovecho sin
decir ni mu para recoger mis cosas y marcharme. ¿Qué sabré yo sobre la
perfección? Por lo visto nada. Todavía me queda mucho camino por recorrer.
hermosa entrada.. besos :)
ResponderEliminargracias me alegro que te guste y espero que sigas leyendo mi historia.
Eliminar