Los lunes son de lo peor. De entre todas las cosas malas que
puede existir en el mundo los lunes están en el número uno del ranking. Y si a
eso le añadimos una clase de matemáticas aún más. El señor Tilman es un
verdadero TOSTÓN con letra mayúscula. Que si el logaritmo neperiano, que si la
potencia, que si la función. En definitiva un rollo pirollo.
Juego con el lápiz mientras él escribe en el encerado un
montón de formulas que supuestamente nos facilitaran las matemáticas y nos
simplificaran la vida. Y de pronto sin venir a cuento suelta un chiste
malísimo.
—Cuando en tu vida lo veas
todo negativo, ¡Haz el valor absoluto!—Dice con voz cantarina. Nadie se ríe,
solo él. Lo que lo hace parecer más aburrido de lo que es.
Vuelvo
a bajar la mirada a mi libreta y sigo a lo que estaba, un boceto de Tilman
colgando de un puente. Si mamá se enterase de que eso era a lo que me dedicaba
en sus clases se aseguraría de castigarme de aquí a Navidad y por supuesto mi
teoría sería inútil en el futuro. Motivo por el cual de vez en cuando levantaba
la cabeza, asentía y hacía que tomaba notas, así no sospecharía de mí. Me
aburro de repasar el contorno del dibujo una y otra vez y miro el reloj. Las
12:30. En unos segundos el timbre tocara y Tilman desaparecerá de mi vista al
menos durante el resto del día. Muevo el pie y cuento hasta diez. No llego a
terminar, voy por 5 cuando suena y prácticamente toda la clase se levanta
corriendo como una avalancha hacia la puerta. Río para mí misma al ver a Tilman
con la palabra en la boca, pobre hombre su mayor error en esta vida fue
convertirse en profesor de Matemáticas.
—Qué
bonito dibujo—Ironiza Rach que está a unos metros míos. Me giro hacia ella y
alzo los hombros dejando claro que me da igual.
Sigo
con la mirada a Tilman que se mueve silencio por la clase hasta perderse por el
pasillo. Ahora sí que comienza oficialmente mi recreo.
—Vámonos—Digo
cogiéndola por el antebrazo y arrastrándola hasta la cafetería. Ese era el
centro de todo lo que ocurría en el instituto. Ahí te enterabas de todo.
Por
el camino Rach no para de hablar sobre cómo Damien, el chico que le gusta, se
paso la mitad de la clase mirando a Sasha.
—Es
que no me lo puedo creer Eilie, ese tío está ciego de verdad no sé que ve en
alguien como Sasha—Dice indignada. Pongo los ojos en blanco y me limito a
asentir. Prefiero no comentar nada al respecto porque sé que no me escuchara.
Rach en cuestiones de amor va a su bola así que realmente da igual que le diga
que Damien es un reverendo imbécil y que lo mande a tomar por donde ella sabe
porque sería como hablarle en chino mandarín, no se enteraría de nada. En
realidad entenderlo lo entendería, a ver, Rach no era tonta simplemente era de
esas personas que se limitaba a seguir los impulsos que le dictaba el corazón y
a omitir ciertos pensamientos de los demás cuando no la ayudaban a resolver sus
problemas. Defecto que no le tengo en cuenta porque sé que los míos son peores.
Tengo
tanta hambre que en vez de pedir algo rápido para picar le digo a la chica que
atiende la barra y que no para de un lado a otro como una gallina sacada que me
ponga una Cola para despertar y un sándwich completo. Me aparto a esperar mi
pedido y dejo pasar a los otros.
Que
arrepentida estoy de haberlo hecho.
Allí estaba con sus típicos pantalones pitillos marcándole su
redondo trasero, su camiseta de Prada y sus Gucci. Punta, punta, tacón,
contoneo, tacón. Pelo cobrizo, largo y voluminoso cayendo sobre sus hombros y
bajando por su espalda hasta casi llegar a su redondito trasero. Cara de muñeca
de porcelana con expresión de ‘’yo no he roto un solo plato en mi vida´´
Caderas estrechas, cuerpo de modelo de pasarela, piernas bien torneadas, piel
tostada. Tan impecable y puta como siempre. Nicole, mí querida Nicole. La reina
de todo sobre New Hampshire.
Pasa por mi lado y hace un ademán con la mano para que me
aparte. En realidad no era tanto el odio que siento hacia ella como la envida.
Lo tiene todo: dinero, belleza, poder, inteligencia.
—Buenos días Eileen—Me saluda con su perfecta sonrisa. Y no
puedo negar que algo dentro de mí se mueve, se arruga, se hace trizas. Es
perfecta. Todos en el instituto tenían los ojos sobre ella y nadie la tenía.
Nicole era libre, era una reina libre. Nada de ataduras no pertenecía a nada ni
a nadie. Era popular pero el merito se lo llevaba su lado gentil no su cuerpo.
Era mi amiga.
— ¡Nicky sálvame!—Suplico casi al borde de la risa. Ella
parece captar de qué va el tema porque se echa a reír.
— ¿Qué me he perdido?—Pregunta mientras recoge su bebida baja
en calorías de todos los días y nos vamos a una de las mesas.
Dudo un momento si contarles lo ocurrido el fin de semana.
Rach ya sabe parte de ello pero no le conté el final. Hago una mueca indecisa y
me lanzo.
—He sido besada por Matt Klintworth—Digo
todo de prisa para ver si pasa desapercibido pero no lo logro. Sus miradas
ahora se centran en mí y no dan crédito a lo que escuchan.
— ¿MI HERMANO?—Grita
Rachel levantándose de su asiento y prácticamente a punto de lanzarse sobre mí.
Me muerdo el labio
nervioso. ¿Qué he hecho? Ahora no pararan de hacer preguntas.
—Si…—Admito un tanto nerviosa.
—Bueno pero no te lo
calles ¿no? Cuéntanos todo—Suelta Nicole con una media sonrisa.
— ¡No me puedo creer
que hayas besado al idiota de mi hermano! Pero si hace unos días que decías que
era uno más del montón—Se quejaba sin parar Rach. Tenía los brazos cruzados y
no paraba de hacer muecas de desagrado con la boca.
—Repito: ME BESO ÉL, no
yo—Aclaro rápido para que lo comprenda de una vez—y además sigo pensando lo
mismo que antes, es un imbécil y puedes estar tranquila no le correspondí, es
más no sentí ni hice nada—Digo para tranquilizarla.
— ¿Nada de
nada?—Pregunta sorprendida Nicole.
—NADA—Repito con total
seguridad. Doy por zanjado el tema y espero que nadie se le ocurra volver a
desenterrarlo. ¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio al estilo Sherlock Holmes?
—Bueno pero al menos
cuéntanos que tal besa…
La miro incrédula.
¿Pero que parte de no tengo ninguna gana de hablar sobre esto no han entendido?
Hoy en día es mejor tener enemigas como Nicole a tu lado que amigas. ¿Para que
las quieres? Si cuando más necesitas un favor de ellas te apuñalan con el cuchillo
de picar el pavo de Navidad. Resoplo un poco y Rachel parece captar que hoy no
estoy hecha a prueba de bombas.
—Te perdiste a Asthon
Kutcher el sábado Nicky, como dios lo trajo al mundo—Comenta Rachel babeando
como una tonta sobre la mesa. Pone esa expresión soñadora y prefiero no saber lo que está pensando.
— ¿Qué peli visteis?
—Sin compromiso.
Vuelvo a acordarme de aquella frase que tanto
me gusto. Tendría que anotarla pronto en mi bitácora de frases de películas o
se me olvidaría. Empiezo a partir mi sándwich a la mitad y ha darle mordidas
hasta que prácticamente me lo devoro y detrás me bebo al Cola. Un poco de
cafeína al sistema nunca le viene mal.
—Bueno pues la tendré que ver—Dice encogiéndose de hombros.
Ese día a la salida hay algo fuera de lo normal. Algo que no
ocurre usualmente o básicamente NUNCA desde que estoy en el instituto. Veo a
Rachel abrir la boca y los ojos hasta más no poder. Matt está allí. Su hermano
que prácticamente quería escapar del instituto ahora ha pisado uno desde hace
mucho tiempo. Me hago la desentendida cuando lo veo pero él parece no
entenderlo porque me saluda. Veo como las chicas que pasan por mi lado se me
quedan mirando. Genial, yo intentando pasar desapercibida y él llamando la
atención.
—Hola.
Lo ignoro por completo, me despido de Rach y me marcho
dejándolo a la espera de que le hable. Antes quizás me hubiera detenido pero
después de todo el tiempo que ha pasado ya no vale la pena. Matt no vale la
pena. Él debería saber que conmigo pierde su tiempo. Que las cosas han cambiado,
que quizás en su tiempo cuando tenía doce años hubiera soñado porque él me
hiciera algo de caso; lo admito, pero ahora ya no. Me pierdo entre las calles y
mi estómago no hace más que protestar. Soy una glotona. Hoy prefiero dar un
rodeo y parar en el parque que hay a cuatro calles de mi casa. Pensaba que
estaría sola pero vaya por dios tengo compañía. Es un chico. Esta sentado de
espaldas con la mirada perdida a alguna parte. Parece que no me siente llegar
así que paso de él y voy directa a los columpios. Aquella era mi parte favorita
del parque, siempre y cuando no hubieran niños de por medio.
Mi mente se pierde en el paso del tiempo, en el impulso que
cojo para mover el columpio, en el vacío que sale de mi boca. No hay nada que
decir, nada que pensar. Estoy aquí enclaustrada en los días que pasan, en el
tiempo, en lo ajeno, en la monotonía. En lo que nunca haré y siempre he
añorado. Cierro los párpados y no veo más que pasado, sueños, ilusiones,
recuerdos que o ya han pasado o tal vez nunca pasen. ¿Me ves? Aquí sentada
sobre una tabla impulsándome a seguir mi día a día. Que mierda, que pesadilla.
Con desganas me voy. A continuar con todo aquello que deje
sin hacer, a empezar una nueva tarde, a continuar con mi vida donde mismo la
había dejado.
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