domingo, 20 de enero de 2013

Castillo de naipes: Un día sin amor


Capítulo 4. Un día sin amor


Pequeños rayos de sol se filtraban entre las rendijas de mi persiana. Un nuevo día me saludaba  y el sol empezaba a sobresalir entre las nubes. El día anterior me había olvidado bajarla y ahora me había despertado de mi letargo por su culpa. Remoloneé entre las mantas y me enrede en ellas como si fuera un ovillo de lana. Estaba sola en casa, como todos los días y en esos momentos me alegraba mucho de que mis padres trabajaran hasta altas horas de la noche. Tenía la casa para mi sola y ya era hora de levantarme y de seguir haciendo mi vida como todos los días anteriores.
Aparté las sábanas y el calor dio paso al frío que me abrazó todo el cuerpo. Bostecé y miré el reflejo del espejo de la cómoda, tenía unas pintas horrorosas. Me moví despacio asimilando todo lo ocurrido a un ritmo anormal. Me sentía un poco mejor después de haber dormido plácidamente aquella noche. Mi dirección en aquel momento era el armario, removí entre los cajones y encontré lo que buscaba, una braga blanca con detalles azules y un sujetador a conjunto. Moví las perchas de un lado a otro y cogí unos pantalones blancos, una camiseta de cuello, rojo sangre y mis botas negras de dos o tres centímetros de tacón.
Abrí la puerta de mi habitación y me traslade hasta la habitación del fondo del pasillo. Ingresé en ella y coloqué las prendas sobre el colgador. Volví a moverme y busqué la radio pequeña entre las gavetas del armario blanco y la conecté a la corriente. Había un CD puesto así que pulse la tecla de play  y Nickelback empezó a inundar cada rincón del baño con su dulce melodía. Abrí el grifo y el agua empezó a caer en grandes cantidades le puse el tapón para que no se fuera y esperé hasta que la bañera se inundara para cerrarlo. Vacié unos sobres con sales en la cristalina agua y la removí hasta que se convirtió en espuma. Me desprendí de mis prendas lo más rápido que pude y fui sumergiendo mi cuerpo poco a poco en el agua. La temperatura estaba perfecta y así me pase por lo menos una media en la bañera tomando uno de esos baños que tanto me gustaban.
Cerré los ojos y me relajé al máximo, no quería pensar en nada, ni en Evan ni en lo ocurrido ayer ni la cantidad de mensajes que debía tener en el buzón de voz del teléfono de casa que no había parado de sonar desde que mis padres se fueron. Aguanté la respiración y me hundí hasta el fondo y mis cabellos bailaron en el agua y se dispararon en distintas direcciones, la música que se escuchaba de fondo parecía lejana y podía escuchar hasta mi respiración. No me quedo más remedio que volver a la superficie cuando se me acabaron las reservas de oxígeno que me quedaban. Y rápidamente respire varias bocanadas de aire para recuperar el perdido. Decidí que ya era suficiente terapia de relajamiento por ese día y que ya era la hora de empezar a quitarme la suciedad de la piel.
Pasé la esponja por todo el cuerpo y a su paso fui limpiando cada parte de él. Quería limpiar la suciedad del día anterior, los rasguños y sobre todo el dolor que sentía por dentro pero la esponja no podía traspasar la piel y borrarlo. Sabía que después de aquel día ya nada volvería a ser igual, ya nunca más me podría volver a enamorar por aquel miedo ciego que tenía de perder a otra persona querida.
Ojala pudiera escapar de la realidad, del simple hecho de que él ya no estaba conmigo y que a partir de ese momento solo me tenía a mí misma. Tenía miedo, un miedo horrible a estar sin él, ahora empezaría una nueva vida para mí y en ella no podía existir más. Me hice prometerme a mi misma que nunca más le volvería a llamar por su nombre y que tenía que borrarlo de mi mente, ya no habría más Evan ahora me referiría a él como ‘’Él’’. Una palabra simple y sencilla y muy corta que no haría estragos en mi mente. Deje que mi mente vagara buscando escusas baratas o cosas importantes que tendría que decirle a mis amigas. Tenía preparado mi papel en aquella película y sabía mi dialogo a la perfección. Aquellos eran los momentos en los que más agradecía las actividades extraescolares a las que mi madre me apuntó, baile, teatro, natación, voleibol…entre muchas más. Algunas simplemente no di la talla y fui un fracaso, en otras, como el teatro, florecí como una flor y tantas horas de prácticas darían sus frutos al fin. Mentiría como una mala amiga y no es que me sintiera orgullosa de ello pero no tenía más remedio. Cuando llegara la hora y estuviera preparada para contarles la verdad de cómo me siento hablaré pero por ahora necesito mi tiempo para analizar que partes de mi vida se verán dañadas después de que Él se marchara.
Mojé mi cabello de nuevo y cogí el champú de vainilla, me eché una pequeña cantidad en la mano derecha y me lo restregué contra el pelo masajeándolo de arriba abajo creando abundante espuma y un aroma delicioso inundó toda la habitación. Me lo enjuagué y quité el tapón para que el agua se fuera. Abrí las puertas corredizas y el vapor estaba por todas partes. Cogí mi toalla y me enrolle en ella secándome  por todas partes. Me vestí y me enrolle la toalla en la cabeza como si fuera un turbante, abrí la puerta y apagué la radio y la guardé en su sitio.
 Volví de nuevo a mi habitación y encendí por fin la luz, abrí las ventanas para que circulara un poco el aire y una racha de aire invernal se coló. Miré la cama que estaba hecha un desastre y decidí que era mejor tenderla. Tiré el edredón con las mantas y las colchas al suelo y empecé a colocarlas y a doblarlas bien en su sitio, no me llevo más de dos minutos acabar. Me quité la toalla y la tire sobre la cama recién tendida, me paré frente al espejo cogí el cepillo rosa fucsia y lo fui cepillando y quitando todos los nudos. Busqué el gel entre las gavetas de la cómoda y me ricé el pelo con el difusor. Me maquille sencillamente, una de base para la piel, anti-ojeras para disimular las que tenía, sombra rosada pálida y rímel. Me di un repaso por última vez en el espejo y la verdad tenía buen aspecto, gracias a los efectos del maquillaje. Forcé una sonrisa y sentí pena de mi misma cuando vi que no era capaz ni de fingir una estúpida y sencilla sonrisa.
Salí de la habitación y caminé por el pasillo hasta dar con las escaleras en forma de caracol. Bajé por ellas como todos los días hasta que llegué a la sala y cogí la primera puerta que tenía más cercana que era la cocina. Abrí la nevera y eche una ojeada a lo que había en su interior. Me decidí por coger el cartón de zumo de naranja y zanahoria y el de la leche semidesnatada. Me los serví en dos vasos y la leche la puse a calentar en el microondas. Desayuné como todas las mañanas y miré la televisión, estaban dando un programa de cotilleo y animación para los niños. Deje de cambiar y lo deje en los muñequitos que daban en ese momento en la dos. Los mire mientras me tomaba la leche y nada más terminé la apagué y lavé los vasos colocándolos en el escurridor. Volví a subir las escaleras y volví al baño cogí mi cepillo de dientes y la pasta y me los cepille, rutina de cada mañana. Salí del baño y volví a la habitación cogí el bálsamo de fresa y me lo pase por los labios que los tenía resecos por el frío. Un poco de colonia de Vainilla, cogí la chaqueta negra que colgaba de la silla del escritorio y antes de salir cogí las llaves de casa y mi móvil que no sabía cómo pero estaba ahí conmigo después del golpe que le pegue contra el suelo del aeropuerto. Mire la pantalla y borré la carpeta de fotos que tenía con él. Cogí una bolsa y busqué todas las fotos que tenía en la habitación y todo lo que me podía hacer recordarlo y las guardé en una caja en el fondo de la habitación de los trastos donde nunca más podría encontrarlos.
Volví a bajar las escaleras de caracol y esta vez me fui por otro pasillo más pequeño que era el recibidor. Miré el teléfono y vi el número de llamadas que tenía, todas las chicas me habían llamado. No quería escuchar el contestador en ese momento así que lo deje tal y como estaba y me fui a la salida, ya cuando virara los escucharía. Cerré la puerta tras de mí y le pase el seguro por si acaso, era una medida preventiva.
Caminé hasta el ascensor y marqué el botón de llamada, las puertas se abrieron recibiéndome. Me coloqué en una de las esquinas y marque el cero. Caminé lo más rápido que pude y salí del portal mientras saludaba a la señora Grace una de mis vecinas que venía en ese momento de hacer la compra de primera hora de la mañana. Era muy buena persona y muy habladora, le encantaban los niños pero nunca se había planteado tener uno, o eso era lo que ella decía.
Caminé por las calles medio vacías hasta que me di cuenta que algo me faltaba y lo busque entre los bolsillos del pantalón. Mi mp4 estaba ahí repleto de canciones que escuchaba todos los días y que nunca me aburrían. Me agradaba la idea de escuchar música mientras caminaba                                                                                           
Caminé y caminé hasta llegar a mi destino la parada del bus, el último había pasado hacía 5 minutos hacía que dentro de otros 5 llegaría el próximo. Esperé mientras miraba los coches que pasaban por la carretera y los contaba. Eran muchos así que cuando vine a ver perdí la cuenta en cincuenta y siete y lo dejé no quería empezar de nuevo. Volví a mirar a la carretera y vi que mi bus ya llegaba así que me moví y saqué mi tarjeta. Saludé al conductor con un simple movimiento de cabeza y él me sonrió. Busqué con la mirada un asiento en la parte trasera del bus y encontré uno pegado a la ventana. Había pocas personas sentadas, un señor mayor que daba cabezadas, una morena moviendo la cabeza por el ritmo de la música que escuchaba y un rubio cenizo medio despeinado, corpulento y de estatura por los aires, con un perfil bien perfilado como si fuera un famoso y una piel blanca y sin una sola impureza. Era perfecto, fue lo primero que se me paso por la cabeza. No conseguía ver bien sus ojos ya que me lo tapaban sus espesas y tupidas pestañas trigueñas. Mientras más me iba acercando más  nerviosa me ponía, y cuando llegué a mi asiento todo se volvió a cámara lenta el viro su rostro hacía donde estaba yo y me miro y ahí pude ver lo que yo buscaba sus ojos. Me paralicé y por unos segundos mi respiración fue entrecortada eran…sus ojos eran…VERDES. Eran del mismo color que el de él y tenían la misma calidez…Brillaban como dos estrellas y en ese momento sentí como si fuera Evan el que me mirara. Fue como la primera vez que le vi, esa vez en el instituto el primer día de clases.

6 comentarios:

  1. Es primera vez que me paso, pero me ha encantado tu blog y lo que haré es ponerme a leer poco a poco, y con gusto te iré comentando, besos enormes.
    RBC.

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    1. muchas gracias, me alegro que te guste :) Bienvenido a mi blog espero que te gusten mis historias! Besitos viajeros para ti!
      Ellie

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  2. ¡Buenos días! Quería decirte que ahora no tengo tiempo pero mañana me volverá a pasar y me pondré a leer :) Mm... bueno, no sé si te gustará One Direction, pero yo he empezado un fanfic y también la voy a subir en un blog. O si conoces a alguien que le guste... http://sharethosestories.blogspot.com (perdón por las molestias)
    ¡Un beso enorme!

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  3. Hola!! he pasado por aqui y me ha gustado mucho tu blog, asi que me quedo!! tienes
    una seguidora más.
    Pasate por el mio, tengo un sorteo muy jugosos y proximamente más!!
    tu y tu blog quedais oficialmete invitados XD

    Un beso!
    Ah!!! Y me encanta como escribes!!! Se nota que tienes madera para esto!!

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  4. Me gusta mucho tu blog, pasate por el mio y si te gusta sigueme!www.lecturassaludcm.blogspot.com.es

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    1. gracias por pasarte, ya me pasé por tu blog. Saludos
      Besitos viajeros <3

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