domingo, 20 de enero de 2013

Castillo de naipes: Contra reloj


Capítulo 2. Contra reloj

Estaba volviéndome loco y tenía algo dentro de mí que se caía pedacito a pedacito. Llevaba más de tres horas con la maleta de mano a  mi lado sentado en uno de los bancos del aeropuerto mirando fijamente ese punto tan interesante. Estaba nervioso, me sudaban las manos y sobre todo ansioso. Tenía miles de preguntas rondando por mi mente y ninguna tenía respuesta.
¿Qué estaba pasando porque ella no estaba ahí con sus amigas, despidiéndome?, ¿Y si le había pasado algo? Dios si le había pasado algo nunca en la vida me lo perdonaría. ¿Qué estás haciendo Evan?
Sabes que ella no te perdonara que la estés abandonando  por la música. Lo más seguro no venga así que deja de mirar por las puerta para ver si entra tú ángel. Sí, es cierto, Audrey es tú ángel, la adoras, la amas y sin ella no podrías vivir. Nunca se me había ocurrido dejarla sola ella me necesitaba tanto como yo a ella. Es mi oxígeno y sin él no puedes respirar. Cerré durante unos segundos los ojos y susurré su nombre mientras me la imaginaba feliz, con una de esas sonrisas que me llenaban el alma.
Audrey…
Una descarga eléctrica me recorrió toda la columna vertebral y me llegó a todo el cuerpo. Audrey, dios, la amaba más que a nada en este mundo ella era mi sol en mis días de lluvia. Me encantaba todo de ella, su sonrisa, sus labios, su cuerpo que olía a vainilla era un aroma dulce, sutil pero penetrante que a mí, personalmente, me encantaba. Las caras que ponía cuando se enfadaba, su tono de voz con ese toque dulzón. No pude evitar reírme de felicidad al recordar aquellos momentos en los que sin venir a cuento me soltaba aquellos ‘’Te quiero tanto pero tanto Evan ’’ La cantidad de veces que discutíamos y que siempre las arreglábamos a base de ‘’ ¡No puedo vivir sin ti Evan/Audrey, te quiero demasiado! ‘’ Y nos dábamos un beso en son de paz,  esos besos que siempre iban aumentando su intensidad y que hacía que terminásemos sobre una cama luchando el uno contra el otro por amarnos más y más.
Al recordar aquellos momentos mis esmeraldas se abrieron y se podía notar el fuego ardiente de mi mirada. Añoraba tener a Dee sobre una cama jugando a conocernos mejor. Recorrer cada centímetro de su cuerpo con mis manos y mi boca y saciar mi sed de ella. Amarla como la primera vez, despacio pero a la vez con pasión, sin apuros moviéndonos a un ritmo neutral. Memorizar cada marca de nacimiento, cada lunar escondido tras las capas ropa. Seguí soñando con Dee hasta que sentí una voz que resonaba por todas partes.
Señores pasajeros del vuelo 32124 con destino Florida embarquen por la puerta número cuatro, gracias. Gentlemen 32124 passengers on the flight bound for Florida boarding gate number four, thank you.
Miré el reloj grande que colgaba de una pared, marcaba las 7:55 todavía tenía tiempo mi vuelo no despegaba hasta las 9:00 y entre la facturación del pasaje y la búsqueda del  sitio que nos correspondían a cada uno tardarían por lo menos  media hora antes del despegue.
Me levanté de mi asiento y mis pies se fueron arrastrando hacia los aseos situados al lado de las cafeterías, al fondo del pasillo. Necesitaba refrescar mi rostro con un poco de agua fría. Al pasar entre las mesas situadas fuera de la cafetería mi mirada se dirigió justo a una pareja al fondo del todo. Ella era rubia con ojos azules y él moreno de ojos color miel. Estaban con sus manos entrelazadas encima de la mesa, sus miradas estaban conectadas como ordenadores y se sonreían cada dos por tres.  Y mi pobre corazón se partió cuando en lugar de una rubia vi a una morena de pelo negro como la noche y ojos castaños, era Dee y me sonreía, el que  estaba sentado en frente de ella era yo y estábamos más felices que nunca. Aquella alucinación era como latigazos para mí, ya que ahora mismo aquella situación estaba más lejos que nunca de cumplirse.
 Sacudí mi cabeza en un intento de borrar aquellos pensamientos y dejarla en blanco como una hoja de papel. Pero olvidar a Dee en aquellos momentos era casi imposible. Deje de estar paralizado y seguí  caminando en dirección a los lavabos. Entré y me miré en el espejo, mis ojos verde claro estaban más oscuros que nunca y mi cara no presentaba ninguna emoción. Estaba despeinado por el aire que hacía fuera y mi ropa era la misma de siempre. Una camiseta negra de Green day con la imagen de su último disco American Idiot, unos pantalones jeans rasgados por los lados y mis míticas deportivas negras con ondas rojas. Me acerqué a los lavamanos y presioné el botón para que el agua saliera. Estaba perfecta ni muy fría ni muy caliente. Eche otro vistazo a la imagen que el espejo me enviaba y me mojé el rostro. Sentía la cara menos pesada, pero no podía sacarme de la mente la imagen de Dee. Me sequé y me dirigí a la salida a paso lento, no había necesidad de apurarse.
Volví al mismo sitio donde estaba sentado antes y vi a las amigas de Dee que se acercaban. Ari y Laurie venían con cara de pocos amigos y las gemelas Meg y Carlee tenían la cabeza baja y la mirada perdida entre las baldosas del suelo. Algo no iba bien. Fue lo primero que se me paso por la mente.
—Ev lo sentimos pero Dee no ha respondido a  nuestros mensajes ni llamadas. No sabemos nada de ella, hemos llamado a su casa y su madre nos dijo que no estaba haya que había salido desde hacía más de dos horas y todavía no había vuelto. Ella también estaba preocupada por Dee.
Laurie la más avispada del grupo fue la única que se atrevió a hablar y decirme la verdad.
—Deberíamos esperar…tal vez esta en un atasco o algo por el estilo…
Una de las gemelas si no equivoco, Meg, intentaba darme ánimos, era una buena persona pero yo sabía que Dee no llegaría.
Se quedaron conmigo y se sentaron en los asientos a los lados y hablaron de todo, querían animarme pero no sabían cómo. Volví a mirar el reloj con la esperanza de que el tiempo se hubiera detenido y Dee entrara por la puerta y corriera hacia mí gritando mi nombre. Pero como no, aquello no era más que un sueño y las agujas del reloj se movían y el tic tac retumbaba en mis tímpanos como un martillo, era una tortura. Ya quedaba menos tiempo. Deje de mirarlo y decidí atender a la nueva dirección que tomaba la conversación de las amigas de Dee. Estaban cantando una canción en español del grupo Second, Rincón exquisito. La canción que sonaba en los cuarenta principales y en la radio. Debía admitir que no estaba mal.
­—Desde aquella habitación, desde aquel rincón tan exquisito, lanzamos un mensaje para todo el universo. A través de aquel calor, yo me transmito al exterior, por tus gestos, en tu arte, por los nuestros, en tu forma de entenderlo, ha merecido...Trataré de llevarme imágenes que me harán la espera soportable, fueron incalculables diamantes al fondo en cada una de las tardes.
Cantábamos, reíamos, y la gente a nuestro alrededor nos miraba y cuchicheaban sobre nosotros. Pero nos daba igual estábamos pasándola bien y sería mi último día con ellas. Así que saqué mi guitarra de su funda y empecé a tocar acordes al azar y improvisando empecé a tocar una nueva canción I Write Sins Not Tragedies de Panic at the disco. Y de mi garganta salieron palabras al azar en ingles que se convirtieron en una canción.
Oh, well imagine, as I'm pacing the pews in a church corridor, and I can't help but to hear, No, I can't help but to hear an exchanging of words: "What a beautiful wedding! What a beautiful wedding!" says a bridesmaid to a waiter?"And yes, but what a shame, what a shame the poor groom's bride is a whore."
Paso un rato hasta que ellas decidieron intervenir y cantar junto a mí. Estaban adivinando la canción, les sonada y cuando dieron con cual era la empezaron a cantar.
Entre bromas y risa paso el tiempo y llego la hora de partir. Mi cuerpo se movía a un ritmo lento y mi corazón se iba cayendo poco a poco. Me despedí de las chicas y salí lo más rápido posible de allí, a las 8:55 ya estaba facturando mi pasaje y alcé mis manos en señal de despedida a Ari, Laurie y a las gemelas. Ellas me sonrieron pero no una de esas sonrisas de felicidad sino una forzada  que me revolvió el alma. Estaban tristes por el final que teníamos Dee y yo, yo también me sentía así y me daba pena a mí mismo.
Señor por favor, podría apartarse y dejar pasar a los demás pasajeros. Esta interrumpiendo el paso al avión.
Una señora de unos 46 años aproximadamente me miraba con cara de pocos amigos y el ceño fruncido. Estaba molesta por algo, seguro que había tenido problemas en el trabajo o en casa. Si lo más seguro es que fuera en el trabajo, ser azafata no era un trabajo fácil y debía de atender a miles de patanes durante todo el día.
—Perdón ya me muevo.
La miré por última vez con una ceja levantada y di un último vistazo al aeropuerto antes de entrar por el puente que me conducía al avión. Una azafata me saludó muy atenta en la puerta del avión me miro el pasaje y me indicó donde debía sentarme. Era muy linda, debía de admitir que tenía un buen cuerpo y me miraba con ojos seductores, pero yo no le hice ni caso.
Busqué mis auriculares en la mochila de mano y saqué mi mp4 lo conecté y subí el volumen al máximo no quería escuchar el ruido que procedía de los alrededores. Levanté la pequeña ventanilla del avión y observé cómo se empezaba a mover. Ya estaba decidido Dee y yo  no nos volveríamos a ver nunca más. Saqué mi móvil del bolsillo de mi pantalón y mire la pantalla. Ni una llamada, ni un mensaje, nada, no había nada. Era hora de terminar aquello y para siempre, aunque me doliera no podía seguir así, terminaría con Dee. Busqué los mensajes y marqué en nuevo y mis manos se movieron escribiendo el mensaje del final.
Audrey, no sé donde estas ni tampoco quiero saberlo. Audrey terminamos… quiero que esta relación se termine. Lo siento Dee. Hasta nunca.
Lo leí y lo volví a leer una y otra vez hasta que cerré los ojos y al mismo momento en que suspiré presioné la tecla de enviar. Ahora sí que había acabado todo, miré la pantalla y la foto de nosotros dos juntos en mi último concierto y la borré. Vacié mi móvil de todo lo que me podía recordar a Dee y lo apagué.
—Adiós Dee…
Fue lo último que pronuncié mientras el avión despegaba y con él se iban todos los recuerdos de ella mi segundo y último amor.

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