Capítulo 2. Contra reloj
Estaba
volviéndome loco y tenía algo dentro de mí que se caía pedacito a pedacito.
Llevaba más de tres horas con la maleta de mano a mi lado sentado en uno de los bancos del
aeropuerto mirando fijamente ese punto tan interesante. Estaba nervioso, me
sudaban las manos y sobre todo ansioso. Tenía miles de preguntas rondando por
mi mente y ninguna tenía respuesta.
¿Qué
estaba pasando porque ella no estaba ahí con sus amigas, despidiéndome?, ¿Y si
le había pasado algo? Dios si le había pasado algo nunca en la vida me lo
perdonaría. ¿Qué estás haciendo Evan?
Sabes
que ella no te perdonara que la estés abandonando por la música. Lo más seguro no venga así que
deja de mirar por las puerta para ver si entra tú ángel. Sí, es cierto, Audrey
es tú ángel, la adoras, la amas y sin ella no podrías vivir. Nunca se me había
ocurrido dejarla sola ella me necesitaba tanto como yo a ella. Es mi oxígeno y
sin él no puedes respirar. Cerré durante unos segundos los ojos y susurré su
nombre mientras me la imaginaba feliz, con una de esas sonrisas que me llenaban
el alma.
—Audrey…
Una
descarga eléctrica me recorrió toda la columna vertebral y me llegó a todo el
cuerpo. Audrey, dios, la amaba más que a nada en este mundo ella era mi sol en
mis días de lluvia. Me encantaba todo de ella, su sonrisa, sus labios, su
cuerpo que olía a vainilla era un aroma dulce, sutil pero penetrante que a mí,
personalmente, me encantaba. Las caras que ponía cuando se enfadaba, su tono de
voz con ese toque dulzón. No pude evitar reírme de felicidad al recordar
aquellos momentos en los que sin venir a cuento me soltaba aquellos ‘’Te quiero tanto pero tanto Evan ’’ La
cantidad de veces que discutíamos y que siempre las arreglábamos a base de ‘’ ¡No puedo vivir sin ti Evan/Audrey, te
quiero demasiado! ‘’ Y nos dábamos un beso en son de paz, esos besos que siempre iban aumentando su
intensidad y que hacía que terminásemos sobre una cama luchando el uno contra
el otro por amarnos más y más.
Al
recordar aquellos momentos mis esmeraldas se abrieron y se podía notar el fuego
ardiente de mi mirada. Añoraba tener a Dee sobre una cama jugando a conocernos
mejor. Recorrer cada centímetro de su cuerpo con mis manos y mi boca y saciar
mi sed de ella. Amarla como la
primera vez, despacio pero a la vez con pasión, sin apuros moviéndonos a un
ritmo neutral. Memorizar cada marca de nacimiento, cada lunar escondido tras
las capas ropa. Seguí soñando con Dee hasta que sentí una voz que resonaba por
todas partes.
—Señores pasajeros del vuelo 32124 con
destino Florida embarquen por la puerta número cuatro, gracias. Gentlemen
32124 passengers on the flight bound for Florida boarding gate number four,
thank you.
Miré
el reloj grande que colgaba de una pared, marcaba las 7:55 todavía tenía tiempo
mi vuelo no despegaba hasta las 9:00 y entre la facturación del pasaje y la
búsqueda del sitio que nos correspondían
a cada uno tardarían por lo menos media
hora antes del despegue.
Me
levanté de mi asiento y mis pies se fueron arrastrando hacia los aseos situados
al lado de las cafeterías, al fondo del pasillo. Necesitaba refrescar mi rostro
con un poco de agua fría. Al pasar entre las mesas situadas fuera de la
cafetería mi mirada se dirigió justo a una pareja al fondo del todo. Ella era
rubia con ojos azules y él moreno de ojos color miel. Estaban con sus manos
entrelazadas encima de la mesa, sus miradas estaban conectadas como ordenadores
y se sonreían cada dos por tres. Y mi
pobre corazón se partió cuando en lugar de una rubia vi a una morena de pelo
negro como la noche y ojos castaños, era Dee y me sonreía, el que estaba sentado en frente de ella era yo y
estábamos más felices que nunca. Aquella alucinación era como latigazos para
mí, ya que ahora mismo aquella situación estaba más lejos que nunca de cumplirse.
Sacudí mi cabeza en un intento de borrar
aquellos pensamientos y dejarla en blanco como una hoja de papel. Pero olvidar
a Dee en aquellos momentos era casi imposible. Deje de estar paralizado y
seguí caminando en dirección a los
lavabos. Entré y me miré en el espejo, mis ojos verde claro estaban más oscuros
que nunca y mi cara no presentaba ninguna emoción. Estaba despeinado por el
aire que hacía fuera y mi ropa era la misma de siempre. Una camiseta negra de Green day con la imagen de su último
disco American Idiot, unos pantalones jeans rasgados por los lados y mis
míticas deportivas negras con ondas rojas. Me acerqué a los lavamanos y
presioné el botón para que el agua saliera. Estaba perfecta ni muy fría ni muy
caliente. Eche otro vistazo a la imagen que el espejo me enviaba y me mojé el
rostro. Sentía la cara menos pesada, pero no podía sacarme de la mente la
imagen de Dee. Me sequé y me dirigí a la salida a paso lento, no había
necesidad de apurarse.
Volví
al mismo sitio donde estaba sentado antes y vi a las amigas de Dee que se
acercaban. Ari y Laurie venían con cara de pocos amigos y las gemelas Meg y Carlee
tenían la cabeza baja y la mirada perdida entre las baldosas del suelo. Algo no iba bien. Fue lo primero que se
me paso por la mente.
—Ev
lo sentimos pero Dee no ha respondido a
nuestros mensajes ni llamadas. No sabemos nada de ella, hemos llamado a
su casa y su madre nos dijo que no estaba haya que había salido desde hacía más
de dos horas y todavía no había vuelto. Ella también estaba preocupada por Dee.
Laurie
la más avispada del grupo fue la única que se atrevió a hablar y decirme la
verdad.
—Deberíamos
esperar…tal vez esta en un atasco o algo por el estilo…
Una
de las gemelas si no equivoco, Meg, intentaba darme ánimos, era una buena
persona pero yo sabía que Dee no llegaría.
Se
quedaron conmigo y se sentaron en los asientos a los lados y hablaron de todo,
querían animarme pero no sabían cómo. Volví a mirar el reloj con la esperanza
de que el tiempo se hubiera detenido y Dee entrara por la puerta y corriera
hacia mí gritando mi nombre. Pero como no, aquello no era más que un sueño y
las agujas del reloj se movían y el tic tac retumbaba en mis tímpanos como un
martillo, era una tortura. Ya quedaba menos tiempo. Deje de mirarlo y decidí
atender a la nueva dirección que tomaba la conversación de las amigas de Dee.
Estaban cantando una canción en español del grupo Second, Rincón exquisito. La canción que sonaba en los cuarenta
principales y en la radio. Debía admitir que no estaba mal.
—Desde aquella habitación,
desde aquel rincón tan exquisito, lanzamos un mensaje para todo el universo. A
través de aquel calor, yo me transmito al exterior, por tus gestos, en tu arte,
por los nuestros, en tu forma de entenderlo, ha merecido...Trataré de llevarme
imágenes que me harán la espera soportable, fueron incalculables diamantes al
fondo en cada una de las tardes.
Cantábamos, reíamos, y la gente a nuestro alrededor nos miraba y
cuchicheaban sobre nosotros. Pero nos daba igual estábamos pasándola bien y
sería mi último día con ellas. Así que saqué mi guitarra de su funda y empecé a
tocar acordes al azar y improvisando empecé a tocar una nueva canción I Write
Sins Not Tragedies de Panic at the disco. Y de mi garganta
salieron palabras al azar en ingles que se convirtieron en una canción.
Oh,
well imagine, as I'm pacing the pews in a church corridor, and I can't help but
to hear, No, I can't help but to hear an exchanging of words: "What a
beautiful wedding! What a beautiful wedding!" says a bridesmaid to a
waiter?"And yes, but what a shame, what a shame the poor groom's bride is
a whore."
Paso
un rato hasta que ellas decidieron intervenir y cantar junto a mí. Estaban
adivinando la canción, les sonada y cuando dieron con cual era la empezaron a
cantar.
Entre
bromas y risa paso el tiempo y llego la hora de partir. Mi cuerpo se movía a un
ritmo lento y mi corazón se iba cayendo poco a poco. Me despedí de las chicas y
salí lo más rápido posible de allí, a las 8:55 ya estaba facturando mi pasaje y
alcé mis manos en señal de despedida a Ari, Laurie y a las gemelas. Ellas me
sonrieron pero no una de esas sonrisas de felicidad sino una forzada que me revolvió el alma. Estaban tristes por
el final que teníamos Dee y yo, yo también me sentía así y me daba pena a mí
mismo.
—Señor por favor, podría
apartarse y dejar pasar a los demás pasajeros. Esta interrumpiendo el paso al
avión.
Una señora de unos 46 años aproximadamente me miraba con cara de
pocos amigos y el ceño fruncido. Estaba molesta por algo, seguro que había
tenido problemas en el trabajo o en casa. Si lo más seguro es que fuera en el
trabajo, ser azafata no era un trabajo fácil y debía de atender a miles de
patanes durante todo el día.
—Perdón ya me muevo.
La miré por última vez con una ceja levantada y di un último
vistazo al aeropuerto antes de entrar por el puente que me conducía al avión.
Una azafata me saludó muy atenta en la puerta del avión me miro el pasaje y me
indicó donde debía sentarme. Era muy linda, debía de admitir que tenía un buen
cuerpo y me miraba con ojos seductores, pero yo no le hice ni caso.
Busqué mis auriculares en la mochila de mano y saqué mi mp4 lo
conecté y subí el volumen al máximo no quería escuchar el ruido que procedía de
los alrededores. Levanté la pequeña ventanilla del avión y observé cómo se
empezaba a mover. Ya estaba decidido Dee y yo
no nos volveríamos a ver nunca más. Saqué mi móvil del bolsillo de mi
pantalón y mire la pantalla. Ni una llamada, ni un mensaje, nada, no había
nada. Era hora de terminar aquello y para siempre, aunque me doliera no podía
seguir así, terminaría con Dee. Busqué los mensajes y marqué en nuevo y mis manos se movieron
escribiendo el mensaje del final.
—Audrey, no sé donde estas
ni tampoco quiero saberlo. Audrey terminamos… quiero que esta relación se
termine. Lo siento Dee. Hasta nunca.
Lo leí y lo volví a leer una y otra vez hasta que cerré los ojos y
al mismo momento en que suspiré presioné la tecla de enviar. Ahora sí que había
acabado todo, miré la pantalla y la foto de nosotros dos juntos en mi último
concierto y la borré. Vacié mi móvil de todo lo que me podía recordar a Dee y
lo apagué.
—Adiós Dee…
Fue lo último que pronuncié mientras el avión despegaba y con él
se iban todos los recuerdos de ella mi
segundo y último amor.
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